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SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO, de Shirley Jackson (Editorial Minúscula) Segunda edición de enero de 2017, traducción de Paula Kuffer, revisión de Marta Hernández Pibernat.
Escrita en 1962, Siempre hemos vivido en el castillo es una pequeña pero inmensa novela creada por Shirley Jackson. Pero, ¿qué tipo de novela es? Tras haberla leído, no sabría qué decir. Si consideramos su relato «La lotería» como una historia de terror, esta novela también podría encajar en esa categoría. Pero no estamos ante un terror sobrenatural, ni sangriento o burdo. Es sutil, muy sutil, con una capacidad extraordinaria de mostrar, como un espejo interior, la oscuridad humana.
La novela empieza con una primera persona que, en unas ocho líneas, hace una presentación de su persona y su situación que parece muy sencilla, muy cotidiana, pero que poco a poco se tiñe de algo extraño, de una imaginación fantástica… hasta que llegamos a la última frase: «Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto».
La primera persona de Merricat nos explica un día a día ordenado, donde cada día tiene su rutina y cada objeto, su lugar. Podría parecer, de nuevo, todo normal, cotidiano, pero cuando la muchacha va al pueblo a comprar, notamos la tensión, esa manera que tienen sus vecinos de mirarla, de hablar de ella, con ella o a ella… y de cantar sobre ella y su hermana. Intuimos, comprendemos, que hay algo que rodea a esas chicas, algo oscuro, pero no en el sentido sobrenatural. Aunque Merricat considera que seguir sus rutinas, sus caminos marcados y vigilar que los objetos que ella ha ido enterrando y situando en lugares específicos del jardín y de los caminos que conducen a la casa son maneras de protegerse, de proteger a Constance y a su tío Julian, la presencia de la magia o lo sobrenatural se queda en ese terreno, no va más allá.
Como en el relato «La lotería», Shirely Jackson ofrece una visión de la crueldad del ser humano que da escalofríos. Porque lo curioso es que, aunque haya hechos en la historia más truculentos y más salvajes que el simple comportamiento humano de los hombres y mujeres del pueblo, es su manera de actuar la que nos incomoda. Sí, Merricat coloca libros en los árboles para proteger la casa y piensa a menudo que sus vecinos morirán y ella podrá ir a comprar pisando sus cadáveres. Pero la manera en que lo cuenta parece una fantasía… La fantasía de una niña de dieciocho años. Y quizás ahí radica la cuestión. Que aunque al principio nos ha dicho ella misma la edad que tiene, nos olvidamos y dejamos que el tiempo se suspenda en esa casa en la que no sabemos realmente qué ha pasado ni cómo, no sabemos cuándo. Sí, se nos dice, pero la atmósfera, la manera en que la voz de Merricat nos conduce por esa mente salvaje y fantástica que tiene y que ve el mundo de forma distinta, hace que nos dejemos llevar y nos sintamos parte de esa familia reducida y extraña.
La crueldad humana, la avaricia revestida de buenos modales que poco a poco se derrumban para mostrar el egoísmo más despreciable y una inocencia a base de capas que, poco a poco, se van cayendo, construyen este castillo literario en el que la sutileza, la atmósfera y, sobre todo, la voz narrativa, dibujan una historia impecable sin artificios, sin excesos y sin fantasmas con cadenas. Los fantasmas aquí son los recuerdos, los rumores, la extrañamente hermosa cárcel vital a través de la que poco a poco Shirley Jackson nos deja mirar.
La elegancia con la que sabe asestar los golpes esta escritora es increíble. Queda claro en esta novela y queda claro en sus Cuentos escogidos, también publicados por Minúscula, que, por cierto, se encontrarán con los relatos de Ray Bradbury este miércoles 21, a las 19:30, en la sesión dedicada a ambos autores del ciclo #NoExpliqueu de la librería Nollegiu.
Hasta entonces, ¡feliz lunes y felices lecturas!
Inés Macpherson