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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos mensuales: abril 2016

The Gift, de Joel Edgerton

25 lunes Abr 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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Festival de cine de Sitges, Joel Edgerton, The Gift

Que el instituto puede ser un infierno es algo que nos han mostrado diversas películas, series y libros. En algunos casos, nos explican historias de redención, de patitos feos convertidos en cisnes y aceptados por la mayoría. En otros casos, muestran cómo puede llegar a afectar el sufrimiento vivido. Hace  tiempo pudimos ver cómo Carrie transformaba el instituto en un verdadero infierno. Joel Edgerton nos muestra en El regalo (The Gift, 2015) cómo el pasado puede seguir latente aunque lo hayamos olvidado, y llamar a nuestra puerta sin previo aviso y con piel de cordero… Pero, si el pasado vuelve, ¿no suele ser para ponernos un espejo delante y golpearnos con él hasta que sangran los recuerdos y las verdades?

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Nos hemos acostumbrado a que las películas que se presentan como thrillers o como cintas de intriga estén plagadas de acción, una tensión acompañada de músicas inquietantes y sombras que ocultan lo que todos intuimos. Pero, ¿qué pasa cuando la tensión ocurre a la luz del día, cuando es una presencia o una mirada que no necesita nada que la acompañe, sólo estar allí y hacernos pensar todo lo que puede ocultar? Joel Edgerton, actor y director que se está labrando un nombre estos últimos años con su trabajo, demuestra que se puede acojonar al espectador sin necesidad de escenas espectaculares, seres salidos de las sombras y asesinos psicópatas dispuestos a aterrar al personal. Con pocos recursos, pocos escenarios y pocos actores, consigue que estés aferrado al sillón preguntándote qué está ocurriendo, qué va a ocurrir, pero, sobre todo, qué ocurrió en el pasado y cómo afectará al presente. Todo es retorcido pero sin excesos; sabemos que todos mienten, pero no sabemos por qué. Y ahí entra la atmósfera: el clima inquietante, la sensación de peligro constante y de que nada es lo que parece. No hay golpes de efecto salvajes, sino sutiles, y giros que, aunque puedes sospechar por dónde irán, e incluso acertar, no te arrancan del sofá. ¿Por qué? Porque aunque puedas intuir lo que va a ocurrir, la tensión persiste, porque no lo sabes hasta el final. Y, en el fondo, cuando llegan los títulos de crédito tampoco lo sabes, porque el desenlace es fascinante. Sí, es posible que puedas decir «yo ya me lo imaginaba», pero la gracia está en la malsana dualidad que te plantea, la duda abierta que deja al personaje y al espectador pendiente de un hilo, consciente de que han jugado con él y que, al final, no sabes qué es mentira y qué es verdad.

JoelEdgertonTheGift

Lo interesante de esta película es que muestra a una serie de personas que podrían ser nuestros vecinos. Y nos dice que todos, incluso los más normales o los que más éxito tienen, ocultan algo. No hay nada que, en principio, pueda resultar agresivo ni amenazante… hasta que lo es. ¿Por qué? Porque aunque no haya nada que te diga que va a pasar algo, lo ves en los ojos de los personajes, sabes que están ocultando algo, que hay algo más detrás de todo eso… Nos muestra cómo nos escondemos tras una máscara, una imagen que la gente acepta, que admira, a pesar de que por dentro seamos unos verdaderos hijos de puta. Somos gente de éxito o personas con una vida mediocre y cierta timidez… O eso hacemos creer a los que nos rodean. Una simple mirada, una simple sonrisa, puede destapar lo que subyace bajo esa superficie de mentira. Y lo que hace de maravilla Edgerton (tanto a nivel de dirección como de interpretación) es mostrar esos sutiles instantes que te hacen comprender que hay una trampa en todo eso.

Una película perfecta para comprender las heridas que puede dejar la crueldad del pasado. Una historia narrada de tal manera que se transforma casi en una fábula brutal en la que todos son víctimas y verdugos. Porque cuando hieres a un animal, lo más probable es que reaccione. Una ópera prima que promete historias que golpean con sutileza, pero golpean.

Inés Macpherson

Sant Jordi: Otro cuento para la princesa

23 sábado Abr 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Cuentos

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Cuentos, dragones, princesas, Sant Jordi

Cuenta la leyenda que el caballero mató al dragón para rescatar a la princesa. Y que la princesa necesitaba ser rescatada porque había sido entregada como tributo a la bestia. Pero, ¿estamos seguros de que eso fue así? En aquella época, los que exigían tributos, pagos y diezmos eran los reyes, los señores feudales e incluso algún que otro caballero noble, por título, que no por carácter. ¿Era el dragón quien pedía que se le entregara a la muchacha, o eran los propios reyes, nobles y señores los que contrataban al dragón para deshacerse de las muchachas? Tengamos en cuenta que los que las enviaban a las garras de una muerte casi segura eran los mismos que las “devoraban”, pero de otra manera, obligándolas a someterse a una vida de matrimonios concertados, donde ante el primer síntoma de pensamientos o libertad eran consideradas brujas, hechiceras… Así que, ¿seguro que esa es la única visión de la historia? Al fin y al cabo, la historia siempre la cuenta el vencedor y, en este caso, el dragón fue el vencido. Y como nadie le preguntó a la princesa…

Pero, ¿qué pasaría si le preguntáramos a ella? Quizás descubriríamos que ella se fugó para buscar una vida distinta, para huir de los brazos de un príncipe pedante con quien se había visto obligada a casarse, y la encontró entre las escamas de un dragón, que a pesar de ser bestia, era mucho más humano que el que compartía el mismo techo con ella. ¿Y si el príncipe mató al dragón por celos? ¿Y si lo mató para que ninguna mujer más descubriera que se podía vivir de otra manera?

Dándole vueltas a esta idea…

OTRO CUENTO PARA LA PRINCESA

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«Hace mucho tiempo, tanto que los nombres en los mapas del reino se han borrado, vivió una princesa que no era especialmente hermosa, pero tenía carácter. Su madre intentaba que se preocupara por los afeites y perfumes para acicalarse y resaltar alguno de sus encantos, y su padre insistía en que debía acudir a más bailes, como las otras princesas, para conocer a algún pretendiente que la quisiera cortejar y, en un futuro, hacerla su esposa. El problema era que a Nessa no sentía inclinación ni por los cosméticos ni por los trajes ni los bailes. Ella prefería pensar, hacerse preguntas sin respuesta, cabalgar sin rumbo fijo y soñar con traspasar las fronteras, tanto las del reino como las impuestas por sus padres, para descubrir otros mundos.
Pero como mujer que era, ella debía acatar las órdenes de su padre. Y llegada una edad, ya no pudo escaquearse más y tuvo que acceder a los bailes y a los pretendientes. Y lo hacía con mucha dignidad, sonriendo a todo el mundo y callando lo que realmente pensaba, porque si lo hubiese dicho en voz alta, probablemente sus padres la hubiesen enviado a la mazmorra más oscura del reino. Cuando se acababan los festejos, Nessa volvía a sus aposentos, cogía un libro y se sumergía entre sus páginas, intentando deshacerse del aburrimiento al que se había visto arrastrada por sus interlocutores. Los príncipes podían ser apuestos y podían ser valientes, pero no tenían nada que decir. O hablaban de caza o de guerra. No sabían lo que era un libro ni lo que era tener sueños. Ellos habían nacido con un mapa trazado de su destino y lo cumplían sin preguntarse absolutamente nada.
Durante un tiempo, Nessa pensó que quizás se había vuelto demasiado exigente, o que las otras princesas, más bellas y más sociables, se habían llevado a los mejores. Pero los príncipes casados tampoco tenían gran cosa en la cabeza.
Desesperada, decidió fiarse de los cuentos de hadas e intentó besar alguna rana. Pero ninguna brilló ni se transformó. Siguió siendo un animalillo, aunque un poco más asustado después de haber sido arrancado de su hábitat natural para ser besado por una humana loca. Viendo que aquello no daba resultado, Nessa pensó en algo más drástico. Quizás había otros príncipes en otros reinos lejanos, algún caballero con un poco más de fondo y no sólo forma. El problema era que, para llegar a él, tenía que ser importante, conocida, llamar la atención. Y la única manera de hacerlo era conseguir a un dragón. Si uno de aquellos animales monstruosos la secuestraba, quizás mejoraría su suerte.
Pero los dragones no secuestraban muy a menudo a las princesas. Así que tuvo que hacerlo ella.
Una noche, sin dejar nota alguna, se escabulló de su alcoba y galopó durante horas hasta llegar a las montañas rocosas, donde, según los libros que tantas veces había leído, vivían los dragones. Subió varias rocas y, cuando encontró una caverna, entró en ella.
Lo primero que vio fue la cola del dragón. Sus escamas fulguraban con una luz cálida que le daba a su color rojo un aspecto de sangre que, al principio, asustó a Nessa. Pero estaba decidida, y siguió avanzando por la gruta, contemplando las patas traseras, las alas descansando sobre el cuerpo… y la cabeza del dragón. Se quedó helada al ver las dimensiones de sus dientes y sus ojos, que la miraban con una intensidad dorada que habría fundido al más valiente de los hombres. Por un instante, temió que las leyendas fueran ciertas y que aquel ser se la comiera de un bocado. Pero no fue así. Cuando el dragón supo por qué Nessa había huido de su hogar (no le contó lo del rescate del príncipe, por si acaso), la invitó a quedarse con él el tiempo que fuera necesario.
Y poco a poco, la princesa descubrió que, a pesar de haber acertado en la ubicación de las guaridas de los dragones, el resto de lo que contaban los libros era mentira. Quizás fueran agresivos, pero sólo si era necesario. Y no eran brutos ni avariciosos. En su cabeza no cabía únicamente la caza o la guerra, sino que cabía la magia, las historias, los sueños y, sobre todo, los viajes. Nessa empezó a enamorarse de aquella vida, de aquel ser que, aunque bestia, tenía en su interior muchas más riquezas que cualquiera de los príncipes más ricos de todos los reinos.
Con el tiempo, Nessa comprendió que aquello que sentía no era sólo amor, sino libertad. Ansiaba aquella vida, deseaba poder ser tan libre como aquel ser, y sabía que junto a él, podría serlo. Nunca la ataría, nunca la obligaría a callar…
El problema fue que, antes de que ella pudiera confesar lo que estaba creciendo en su interior, un príncipe apareció por la cueva y, de forma cruel y sanguinaria, acabó con la vida del dragón, reclamando para sí la mano de la princesa quien, muda de espanto, empezó a llorar, no sólo por la pérdida, sino por lo que sabía que implicaba aquella sentencia.
Dicen que de la sangre del dragón muerto brotaron unas rosas. Pero probablemente crecieron y proliferaron por las lágrimas de la princesa, destrozada ante aquella injusta masacre. Y cuentan que, aunque el príncipe intentó llevársela por la fuerza, ella se aferró a su amigo. Y mientras lloraba, fue deshaciéndose lentamente hasta convertirse en río. Y sus lágrimas bañaron al dragón hasta convertirlo en monte, en prado, y así poder estar juntos en un último abrazo».

Quizás la historia la entendimos al revés. Tanto tiempo creyendo que las princesas debían besar ranas para encontrar al príncipe azul, y quizás lo que tenían que hacer era besar dragones para transformarse de una vez en mujeres-dragón y dejar de ser mujer-florero, siempre esperando ser rescatadas, cuando ellas solitas podrían coger sus alas y salir volando… a vivir.

Por otro final para los cuentos. Feliz Sant Jordi.

Inés Macpherson

Dallas Buyers Club

18 lunes Abr 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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Dallas Buyers Club, El jardinero fiel, Fernando Meirelles, Jared Leto, Jean-Marc Vallée, John Le Carré, Matthew McConaughey

Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida, Dallas Buyers Club, de Jean-Marc Vallée, es una película que sabe golpear sin caer en dramatismos ni sentimentalismos. Narra cómo Ron Woodroof (interpretado de forma magistral por Mathew McConaughey) empieza a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad, y cómo, al comprender que ese fármaco no va a ayudarle, empieza su lucha particular por salvar su vida. Curiosamente, al hacer eso, descubre una manera de salvar otras vidas y conseguir un beneficio. ¿Cómo? Creando un “Buyers Club”.

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Lo cierto es que, a nivel argumental, no hay mucho más: la lucha por sobrevivir y por conseguir la medicación, cualquier tipo de medicación, que compre un poco de tiempo, un poco de calidad de vida… esperanza. Es a nivel personal, en el apartado de los personajes y sus vivencias donde recae el peso de la película. Y por suerte para el director, cuenta con dos actores que bordan sus papeles y dan una fuerza a la historia que, sin ellos, quizás se hubiese quedado en simple biopic. Ambos recibieron el Oscar: Mathew McConaughey a mejor actor y Jared Leto a actor de reparto, y se lo merecen, porque los personajes que interpretan son memorables, son creíbles y se cuelan bajo la piel. Y lo mejor de todo es que lo hacen sin caer en dramatismo, quizás porque el director ha querido centrarse más en el aspecto judicial y médico, en los viajes y tretas que debe hacer Ron para encontrar una salida, que en el sufrimiento interno que hay. Por eso mismo, el dolor sólo se intuye en ellos por sus miradas, por la forma en que evolucionan sutilmente, sin grandes aspavientos ni grandes locuras. La película engancha y te llega gracias a ellos. No es tanto el envoltorio que acompaña las historias de estos personajes si no sus expresiones las que golpean. Vives con ellos, los crees y sufres su dolor y su impotencia ante un mundo que estaba despertando a una enfermedad llena de prejuicios.

Y ahí es donde encontramos la parte crítica de la película: una crítica muy sutil, que a veces es clara pero a veces sólo se muestra entre líneas. Por un lado, muestra esa sociedad que veía el SIDA como una enfermedad de homosexuales (a los que despreciaban profundamente), sin comprender que podía contagiarse de muchas otras maneras, incluso entre heterosexuales, como en el caso de Ron. Muestra su odio, su rechazo absoluto hacia lo distinto, algo que, por desgracia, forma parte del ser humano y que, dependiendo de la época, ésta dirige hacia un colectivo u otro. Por otro lado, también hay una crítica al sistema médico y al farmacéutico en particular. Es cierto que en su momento, estaban luchando contra una enfermedad nueva de la que desconocían muchas cosas y que estaba estigmatizada en muchos sentidos. Pero el problema que se plantea en la película y que vemos perfectamente ilustrado en el personaje interpretado por Jennifer Garner es: ¿qué tiene más valor para una empresa farmacéutica: curar realmente a los enfermos o que se venda su producto? Actualmente, en principio las cosas han cambiado, pero podemos ver cómo se falsificaban estudios, se ocultaba información… ¿Por qué? ¿Para conseguir beneficios con vidas humanas? Por supuesto, esto sería quedarse sólo en la superficie y en uno de los temas que trata de refilón la película (al final se explica cómo el AZT acabó siendo utilizado en dosis mucho menores en fármacos contra el SIDA, pero nunca en las dosis iniciales, peligrosas para el paciente), pero vale la pena señalar una práctica que también fue denunciada en El jardinero fiel (The Constant Gardner), de Fernando Meirelles (basada en la novela de John Le Carré y, por cierto, con una extraordinaria banda sonora de Alberto Iglesias).

Ya hace tiempo que se estrenó esta película y que sus actores recogieron el Oscar, pero hay películas de las que vale la pena hablar incluso cuando hace tiempo que han pasado a estar en alguna estantería olvidada de las tiendas (o, por desgracia, de las listas de descargas). Y esta es una de ellas, porque realmente vale la pena adentrarse en las dos vidas que retrata y ver que, pase lo que pase, uno puede seguir luchando… y viviendo.

Inés Macpherson

Cuentos escogidos, de Shirley Jackson (Minúscula)

18 lunes Abr 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Cajón de sastre, Cuentos, Lecturas y reseñas

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Cuentos escogidos, Editorial Minúscula, Shirley Jackson

A veces descubres obras extraordinarias por casualidad. Por deformación profesional de narradora, tengo tendencia a enamorarme de los libros de cuentos. Y, a menudo, me agencio alguno sin tan siquiera saber qué encontraré o si me puede gustar el/la autor/a. Otras veces, intuyes, por lo que aparece en la contraportada, que probablemente vas a acertar… Y ese es el caso de Cuentos escogidos, de Shirley Jackson (Editorial Minúscula, diciembre 2015). Conocía a la autora de nombre, pero todavía no me había adentrado en su prosa. Y tras haber degustado estos ocho cuentos, puedo asegurar que me he quedado con ganas de más y, probablemente, acabe por caer en las garras de su Siempre hemos vivido en el castillo y en las de sus otras novelas.

Cuentos escogidos

Si hay algo extraordinario en los cuentos de Shirley Jackson es su capacidad de crear extrañeza en lo cotidiano, de dibujar lo inquietante de forma sutil, permitiendo que la sensación de que algo no encaja te vaya abrazando y no te suelte hasta el final. Esto no quiere decir que sus cuentos sean relatos de terror al uso o historias de intriga clásicas. La gracia de estas historias es que, sin salir de lo cotidiano, muestran ciertas sombras, ciertas fronteras psicológicas que incomodan, que desasosiegan el espíritu sin necesidad de grandes oscuridades ni grandes aspavientos. Y lo hace con una claridad y una concisión en el lenguaje y en las descripciones que permiten que no haya artificios. Desgrana las historias de tal manera que, sin necesidad de horrores ni sobresaltos, van haciendo mella y van creando esa turbadora sensación que no te suelta. Pero vayamos por partes.

Esta recopilación de Cuentos escogidos, contiene 8 relatos y 3 conferencias sobre literatura, creación y sobre el impacto que tuvo la publicación de su relato «La lotería», uno de sus textos más celebrados y más polémicos en su momento. En dicho relato, Shirley Jackson logra crear un ambiente malsano en el seno de uno de esos pueblecitos adorables y encantadores, de postal, que oculta en sus tradiciones algo realmente brutal. La forma en que va presentando a los personajes, cómo va tejiendo el desenlace desde una distancia que todavía aumenta más la extrañeza de la situación, es extraordinaria.

En «Charles», la autora nos presenta una historia donde podemos contemplar, también con una limpieza y una prosa precisa, la perversidad a la que puede llegar un niño. De nuevo, no estamos ante una historia obvia, con crueldad visible y acciones desmesuradas y salvajes; todo tiene un aire cotidiano que, al final, adquiere unos tintes de horror perverso que hacen del cuento otra de las joyas de la antología.

También podemos encontrar «La muela», un relato que, a priori, podría parecer sencillo, pues nos explica el viaje de una mujer al dentista para que le extraigan una muela, y que, en realidad, nos muestra cómo, cuando la mente está acosada por el sueño y el dolor, podemos llegar a confundir la realidad y lo imaginado. Otro ejemplo de relato donde lo cotidiano se cubre de extrañeza es «El amante demoníaco», donde una mujer aguarda a su novio el día de su boda. Aquí, lo interesante es ver cómo, al carecer de datos, al igual que la protagonista, deambulamos con ella, seguimos sus pasos en búsqueda de ese hombre que no sabemos si existe o no, si es un producto de la imaginación de la chica o si realmente ha jugado con ella de la forma más perversa posible: otorgando esperanzas de una vida que nunca tendrá, con la que siempre soñará y que irá persiguiendo en una bajada a la locura de la soledad y la incapacidad de comprender qué es la vida y que un sueño.

Además de los ocho relatos, encontramos tres conferencias fascinantes sobre la creación literaria y, como ya hemos dicho, sobre la repercusión que tuvo su relato «La lotería». Entre las páginas de estas conferencias el lector encuentra los mecanismos creativos de la autora, pero también pequeñas píldoras de sabiduría creativa, consejos sobre cómo escribir y cómo enfrentarse a una historia. Si esas eran las normas que ella seguía a la hora de enfrentarse a la página en blanco, bienvenidos sean los consejos, pues su prosa es elegante, precisa y sabe crear atmósferas sin abusar de obviedades, moviéndose siempre bajo la superficie para remover lo que parece normal y convertirlo en extraordinario, en perturbador. Un libro imprescindible para aquellos que disfruten leyendo entre líneas, dejándose seducir por las sombras extrañas que se ocultan en lo cotidiano y nos inquietan.

Inés Macpherson

Una historia crepuscular, de Stefan Zweig (Acantilado)

11 lunes Abr 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Cajón de sastre, Lecturas y reseñas

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Cuadernos del Acantilado, Debolsillo, Editorial Acan, relato, Stefan Zweig, Una historia crepuscular

La editorial Acantilado lleva unos cuantos años demostrando su buen hacer. Nos ha regalado autores y obras extraordinarias. Y lo hace en todos los formatos posibles, incluso en estas pequeñas joyas de la colección Cuadernos del Acantilado, donde encontramos esta obra maravillosa del gran Stefan Zweig, Una historia crepuscular (Acantilado, septiembre de 2015).

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Argumento

Bob es un adolescente que va a pasar el verano en la campiña escocesa con unos familiares. Por su corta edad, cuando acaba la cena no puede ir con los hombres, que hablan de cosas importantes, pero tampoco con las mujeres, pues siente que siempre lo tratan como si fuera un niño y no le hacen caso.

Una noche, Bob sale a dar un paseo por el jardín. Y entonces, su vida cambia, porque recibe la visita de una misteriosa joven, con la que tiene un breve y apasionante encuentro amoroso. La muchacha, que no pronuncia palabra alguna, se esfuma entre las sombras, dejando a Bob con un nuevo universo de sensaciones en su interior, y con una incógnita: ¿quién es ella?

Opinión

¿Quién no se ha enamorado alguna vez en su vida? Todos hemos sentido ese flechazo en algún momento. Pero, ¿alguien recuerda cómo fue la primera vez que se enamoró? ¿Qué pasó por su cabeza, por su cuerpo? Pues bien, Stefan Zweig se lo pregunta y lo expone en este pequeño relato de una belleza y sencillez maravillosas, que nos permite acompañar a Bob en ese intenso viaje hacia el descubrimiento de los sentimientos.

Como en muchos relatos, la historia no nos llega en la primera página. Como si estuviéramos adentrándonos en un cuento clásico, encontramos a un personaje que se dispone a narrarnos una historia que necesita explicarse en la hora del crepúsculo, porque sus sentimientos coinciden con ese momento. Y así, como quien no quiere la cosa, empieza el relato del joven Bob. Quizás por deformación profesional y por cierta tendencia a la lectura del cuento gótico, en el momento en que me encontré ante la aparición de la joven, mi mente pensó que estaba ante un fantasma. Pero no lo era. ¿O sí? ¿Qué ocurre cuando recibimos el beso de alguien a quien no podemos poner cara ni nombre? Que lo buscamos. Es una especie de fantasma que evocamos en cada una de las personas que vemos. Eso hace Bob: intentar encontrar el cuerpo de su particular fantasma. Y en esa búsqueda, en esa evocación del sentimiento nacido del primer contacto, empieza a construirse una historia interior de emociones, que desemboca en un enamoramiento ciego y torpe, que se alimenta de una idea que, con cada día que pasa, va tomando más fuerza en su mente.

La prosa de Zweig, a pesar de las escasas páginas, sabe dibujar perfectamente a los personajes y a esa Escocia fascinante, con sus castillos y su vegetación, que sirve también como otros personajes más. La manera en que expone la evolución de Bob, la manera en que se va construyendo ese amor tan súbito y enfermizo, y cómo descubre lo que eso implica, lo que eso cambia, es magnífica, porque, más allá de su belleza estética, sabe introducir un eco en nuestra memoria, que nos hace ponernos en la piel de Bob y reconocer esa torpeza, esa manera de volcar en una persona un sentimiento que hemos ido construyendo a base de sueños, a base de fantasmas y, sobre todo, de deseo.

Una extraordinaria manera de acercarse a la prosa de Stefan Zweig para todos aquellos que deseen descubrir al autor, pero no sepan por dónde empezar. Es un relato corto pero intenso, y destila maestría en una dosis concentrada. Eso sí, al finalizar la historia, a uno le queda un sabor agridulce. Por un lado, porque la historia es realmente breve y uno se queda con ganas de más. Por otro, porque la melancolía que destila nos hace sentir también ese momento crepuscular, ese instante en el que el día se acaba y también se acaba un libro.

Inés Macpherson
Fuente: Anika Entre Libros (http://www.anikaentrelibros.com/)

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