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A veces, el tráiler de una película hace esperar algo que, al llegar al momento de «The End», descubres que no ha ocurrido. Esto también se da en los libros. En ocasiones, las portadas o las sinopsis despiertan en el lector una expectativa que no se cumple. Acostumbrados a que ciertos títulos, o ciertas imágenes se asocien con un tipo de historias, a veces nos llevamos una sorpresa. Es lo que me ocurrió al leer Lo que más quieres, de Louise Doughty (DeBolsillo, abril 2014). Me esperaba un thriller y encontré algo muy distinto, lo que no significa que fuera malo.
ARGUMENTO
Una tarde cualquiera, Laura recibe una visita que cambiará por completo su vida. Dos policías vienen a informar de que su hija de nueve años ha sido atropellada por un coche que se ha dado a la fuga, y ha muerto. Su mundo se viene abajo. Se sabe sola, pues David, su ex-marido, tiene una nueva pareja, un nuevo hijo, una nueva familia. Así que el dolor lo pasa consigo misma, intentando lidiar con los recuerdos del pasado, cuando todo estaba entero, cuando todo estaba vivo, y con el presente: un presente demasiado duro como para estar del todo en contacto con él.
Pero acaba por contactar con el presente, con lo ocurrido y comprende que debe hacer algo. El hombre que conducía el coche va a salir impune. Y debe pagar. Y no con la muerte, no, sino con el sufrimiento que él le ha otorgado a ella: perdiendo lo que más quiera. Así que Laura intentará descubrir qué es para poder arrebatárselo.
OPINIÓN:
Jurar venganza no es algo nuevo. El personaje de Íñigo Montoya, de la película La princesa prometida, busca al asesino de su padre durante años para recordarle qué hizo y acabar con él. Bryan Mills, el personaje de Venganza interpretado por Liam Neeson, se encarga de vengarse en dos entregas. El personaje de Sean Penn en Mystic River, de Clint Eastwood, busca hasta encontrar al culpable de la muerte de su hija, para castigarle como se merece. Y así suma y sigue. No es, por lo tanto, un tema nuevo ni mucho menos. Tampoco lo es la sensación de que el personaje debe tomarse la justicia por su mano porque el sistema ha fallado. Recientemente vimos a Hugh Jackman hacer algo parecido en la gran pantalla, en la magnífica Prisioneros, de Denis Villeneuve. Pero entonces, ¿qué aporta este libro? La primera persona; una primera persona que nos permite compartir su dolor, su rabia y su caída en picado hacia el abismo.
La voz narrativa de esta novela es, sin duda, su mejor baza. Sincera, directa, concreta y emocionalmente bien perfilada, Laura se pasea entre el pasado de su relación (que ha perdido) y el presente sin su hija (que ha perdido). Louise Doughty ha sabido transmitir los sentimientos que ambas pérdidas provocan con bastante claridad, haciendo que una novela que parecía anunciar una especie de thriller, al más puro estilo Liam Neeson, se convierta en una historia intimista que ahonda en el dolor, la pérdida, la culpa y la venganza. No son tan importantes los actos como las emociones que conllevan; no es tan importante la realización como el proceso mental que lleva a Laura a decidir que debe castigar al culpable. Por eso, el que espere una historia de llena de acción no la encontrará. Lo que más quieres pretende mostrar el antes y el después, la felicidad y la tragedia, la inacción ante lo que ocurre, como si fuera algo sobre lo que no puedes actuar, y la acción y reacción ante la pérdida. Es un pequeño retrato sobre el proceso del dolor y la aceptación del vacío que queda cuando pasa la tormenta.
Sin embargo, más allá del retrato de una relación de pareja que naufraga y de una pérdida que trastoca todo el universo personal y vital de dos personas, este libro también trata, aunque de fondo, un tema muy complejo, como es la inmigración, los prejuicios y el odio que puede retroalimentarse cuando se da en masa. ¿Qué ocurre cuando el acto reprobable de un solo hombre se adjudica a toda una nacionalidad? ¿Qué ocurre cuando el desprecio hacia esa nacionalidad se expande a cualquiera que no sea autóctono? Que el odio racial se extiende y se vuelve peligroso. Uno de ellos ha cometido un delito, por lo que la masa encendida, con necesidad de hacer pagar a alguien lo ocurrido, decide que todos son culpables. Porque, en el fondo, una parte de nosotros necesita que alguien pague. Y si la justicia no lo hace, hay quien cree que debe hacerlo él mismo. Lo interesante aquí es que, cuando Laura decide castigar al hombre que le ha arrebatado a su hija, no sabe quién es. Es simplemente una figura, sin cara y sin nombre. Le da igual quién sea realmente, dónde vive o de qué nacionalidad sea. Solo quiere que pague.
El único problema que tiene esta novela es que la imagen que da de entrada no encaja con lo que realmente es. Tanto la portada como la contra apuntan a una historia de suspense, de venganza y castigo, y no lo es. Se trata, como he dicho antes, de un retrato intimista, potente y emocional, sobre el proceso de pérdida y la necesidad de que alguien pague por ese dolor. Pero la venganza o el castigo en sí no son lo importante, sino todo lo que lo rodea: las emociones, las dudas, los miedos y recuerdos que llenan la vida de Laura y la lleva al lugar en el que acaba el libro.
Lo que más quieres es una novela correcta, capaz de remover las entrañas en ciertos momentos y angustiar al lector ante ese dolor desgarrador que recorre a la protagonista y que la autora sabe plasmar con bastante acierto. Eso sí, si alguien busca acción o suspense, este no es su libro.
Inés Macpherson
FUENTE: ANIKA ENTRE LIBROS (http://www.anikaentrelibros.com/)