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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos mensuales: julio 2014

Lo que más quieres, de Louise Doughty (Debolsillo)

25 viernes Jul 2014

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Debolsillo, Lo que más quieres, Louise Doughty

A veces, el tráiler de una película hace esperar algo que, al llegar al momento de «The End», descubres que no ha ocurrido. Esto también se da en los libros. En ocasiones, las portadas o las sinopsis despiertan en el lector una expectativa que no se cumple. Acostumbrados a que ciertos títulos, o ciertas imágenes se asocien con un tipo de historias, a veces nos llevamos una sorpresa. Es lo que me ocurrió al leer Lo que más quieres, de Louise Doughty (DeBolsillo, abril 2014). Me esperaba un thriller y encontré algo muy distinto, lo que no significa que fuera malo.

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ARGUMENTO

Una tarde cualquiera, Laura recibe una visita que cambiará por completo su vida. Dos policías vienen a informar de que su hija de nueve años ha sido atropellada por un coche que se ha dado a la fuga, y ha muerto. Su mundo se viene abajo. Se sabe sola, pues David, su ex-marido, tiene una nueva pareja, un nuevo hijo, una nueva familia. Así que el dolor lo pasa consigo misma, intentando lidiar con los recuerdos del pasado, cuando todo estaba entero, cuando todo estaba vivo, y con el presente: un presente demasiado duro como para estar del todo en contacto con él.
Pero acaba por contactar con el presente, con lo ocurrido y comprende que debe hacer algo. El hombre que conducía el coche va a salir impune. Y debe pagar. Y no con la muerte, no, sino con el sufrimiento que él le ha otorgado a ella: perdiendo lo que más quiera. Así que Laura intentará descubrir qué es para poder arrebatárselo.

OPINIÓN:

Jurar venganza no es algo nuevo. El personaje de Íñigo Montoya, de la película La princesa prometida, busca al asesino de su padre durante años para recordarle qué hizo y acabar con él. Bryan Mills, el personaje de Venganza interpretado por Liam Neeson, se encarga de vengarse en dos entregas. El personaje de Sean Penn en Mystic River, de Clint Eastwood, busca hasta encontrar al culpable de la muerte de su hija, para castigarle como se merece. Y así suma y sigue. No es, por lo tanto, un tema nuevo ni mucho menos. Tampoco lo es la sensación de que el personaje debe tomarse la justicia por su mano porque el sistema ha fallado. Recientemente vimos a Hugh Jackman hacer algo parecido en la gran pantalla, en la magnífica Prisioneros, de Denis Villeneuve. Pero entonces, ¿qué aporta este libro? La primera persona; una primera persona que nos permite compartir su dolor, su rabia y su caída en picado hacia el abismo.

La voz narrativa de esta novela es, sin duda, su mejor baza. Sincera, directa, concreta y emocionalmente bien perfilada, Laura se pasea entre el pasado de su relación (que ha perdido) y el presente sin su hija (que ha perdido). Louise Doughty ha sabido transmitir los sentimientos que ambas pérdidas provocan con bastante claridad, haciendo que una novela que parecía anunciar una especie de thriller, al más puro estilo Liam Neeson, se convierta en una historia intimista que ahonda en el dolor, la pérdida, la culpa y la venganza. No son tan importantes los actos como las emociones que conllevan; no es tan importante la realización como el proceso mental que lleva a Laura a decidir que debe castigar al culpable. Por eso, el que espere una historia de llena de acción no la encontrará. Lo que más quieres pretende mostrar el antes y el después, la felicidad y la tragedia, la inacción ante lo que ocurre, como si fuera algo sobre lo que no puedes actuar, y la acción y reacción ante la pérdida. Es un pequeño retrato sobre el proceso del dolor y la aceptación del vacío que queda cuando pasa la tormenta.

Sin embargo, más allá del retrato de una relación de pareja que naufraga y de una pérdida que trastoca todo el universo personal y vital de dos personas, este libro también trata, aunque de fondo, un tema muy complejo, como es la inmigración, los prejuicios y el odio que puede retroalimentarse cuando se da en masa. ¿Qué ocurre cuando el acto reprobable de un solo hombre se adjudica a toda una nacionalidad? ¿Qué ocurre cuando el desprecio hacia esa nacionalidad se expande a cualquiera que no sea autóctono? Que el odio racial se extiende y se vuelve peligroso. Uno de ellos ha cometido un delito, por lo que la masa encendida, con necesidad de hacer pagar a alguien lo ocurrido, decide que todos son culpables. Porque, en el fondo, una parte de nosotros necesita que alguien pague. Y si la justicia no lo hace, hay quien cree que debe hacerlo él mismo. Lo interesante aquí es que, cuando Laura decide castigar al hombre que le ha arrebatado a su hija, no sabe quién es. Es simplemente una figura, sin cara y sin nombre. Le da igual quién sea realmente, dónde vive o de qué nacionalidad sea. Solo quiere que pague.

El único problema que tiene esta novela es que la imagen que da de entrada no encaja con lo que realmente es. Tanto la portada como la contra apuntan a una historia de suspense, de venganza y castigo, y no lo es. Se trata, como he dicho antes, de un retrato intimista, potente y emocional, sobre el proceso de pérdida y la necesidad de que alguien pague por ese dolor. Pero la venganza o el castigo en sí no son lo importante, sino todo lo que lo rodea: las emociones, las dudas, los miedos y recuerdos que llenan la vida de Laura y la lleva al lugar en el que acaba el libro.

Lo que más quieres es una novela correcta, capaz de remover las entrañas en ciertos momentos y angustiar al lector ante ese dolor desgarrador que recorre a la protagonista y que la autora sabe plasmar con bastante acierto. Eso sí, si alguien busca acción o suspense, este no es su libro.

Inés Macpherson
FUENTE: ANIKA ENTRE LIBROS (http://www.anikaentrelibros.com/)

La nieve estaba sucia, de Georges Simenon (Ed. Acantilado)

25 viernes Jul 2014

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Editorial Acantilado, Georges Simenon, La nieve estaba sucia

En abril de 2014, la editorial Acantilado publicó La nieve estaba sucia, de Georges Simenon, uno de esos genios fascinantes que consiguen tambalearte manteniendo la distancia con una voz narrativa fría y extraña que es, a su vez, muy humana.

La nieve estaba sucia

ARGUMENTO

Frank es un joven que quiere perder la virginidad… pero no en el sentido sexual, sino en el sentido criminal. Y decide matar. Lo hace casi sin pensar, sin dificultad, como si fuera el siguiente escalón que debe subir para tener las puertas abiertas.
No sabemos en qué ciudad vive, pero sí en qué tipo de hogar: una casa de citas regentada por su madre, a la que acuden muchos oficiales. Porque están viviendo bajo ocupación militar.
La crudeza del tiempo, la degeneración moral y social, la escisión entre los que quieren poder y los que simplemente quieren seguir respirando, son algunas de las realidades que Simenon plasma en esta novela que nos lanza hacia el descubrimiento de las aberraciones de las que es capaz el ser humano, pero también de sus logros, de sus proezas, de la pequeña brizna de honor que a veces apunta en los momentos más inesperados.

OPINIÓN:

El blanco de la nieve en contraste con el negro de la pólvora, el rojo de la sangre y la suciedad, que todo lo invade. Porque la suciedad persiste. Y no para de nevar para que el blanco vuelva a cubrirlo todo, o para que los pecados y las mentiras queden marcadas en esa capa que luego se congela y se petrifica. Solo el sol puede borrar esas marcas. Pero solo las de la nieve. Las que se quedan dentro no las borra nadie. Quizás las neguemos, pero en algún momento saldrán a la luz, ni que sea para enfrentarse a nosotros directamente para demostrar que están allí. ¿Qué hacer con ellas? Reconocerlas. Solo así podremos estar en paz, ni que sea con lo que hemos hecho.

Georges Simenon es un maestro, de eso no hay duda. La voz narrativa de esta novela adquiere la justa distancia para que nos sintamos tan extraños como el protagonista ante lo que ocurre. La naturalidad con la que hace las cosas, con las que decide matar o utilizar a alguien parece tan lejana que resulta casi más incómoda que si fuera cercana, narrada en primera persona. La frialdad, la amoralidad que desprende el personaje de Frank y sus compañeros (la misma frialdad y amoralidad que podríamos encontrar en personajes de películas mafiosas, pero con un toque más simple, más directo) es un espejo de la sociedad, donde solo prosperan los que se saltan todas las normas, todas las leyes, sociales y morales, y consiguen escapar a los otros. La corrupción bajo la ocupación militar (y sin ocupación, pues ya hemos visto que la corrupción, la manipulación y el engaño funcionan en todas las sociedades) permite corromper a los demás, que parezca que no haya límites, que se pueda ascender pisando a quien haya que pisar, despreciando y dañando a quien haya que dañar. Sin embargo, siempre hay límites: propios o ajenos, pero siempre encontramos un punto de no retorno. Y Frank, el protagonista, se da de bruces con él.

El dibujo de los personajes secundarios a través de los ojos de Frank es un retrato excelente pero distante de la sociedad que le rodea. El desprecio con el que habla, la manera de analizar la forma de vestir, de moverse, de actuar y sacar conclusiones de todo ello hacen que, además de tener un cuadro general del mundo en el que él vive, podamos ver sus mecanismos mentales, ese punto entre ingenuo y déspota en el que se mueve: la ingenuidad de ver las cosas con simpleza y el despotismo del que se cree siempre mejor que todos ellos y desprecia al prójimo sin miramientos y tratándolo con superioridad y prepotencia.

Sin embargo, hay una evolución. Una extraña y curiosa evolución en el personaje que no se puede explicar para no desvelar el final de la historia, pero que nos plantea varios retratos de una crudeza dolorosa. Por una parte tenemos el confinamiento de los presos en celdas que no son celdas, esperando un final que no saben cuándo llegará, y quizás no sepan ni por qué. Por otro lado, la capacidad del ser humano de adaptarse a las situaciones, de comprender que a veces, cuando sabes que ya no te queda nada, puedes disfrutar de las pequeñas cosas. Y por último, la complejidad emocional de los seres humanos, capaces de negar los hechos o aceptarlos sin más, con todas sus consecuencias. Un viaje de subida y bajada, de redención (o no) y perdón (o no). Porque, a pesar de la distancia narrativa, solo sabemos lo que ve y siente Frank. El resto, solo lo intuimos, como él. Y nos lo creemos.

La nieve estaba sucia es una novela pausada, precisa y bien perfilada que camina entre las calles del crimen y la corrupción sin mancharse, para encerrarse en una cárcel, física y mental, en la que desarrollar uno de los procesos más complicados que existen: el de comprender cómo sobrevivir al aislamiento, a la tortura, al miedo. Podemos gritar, patalear, intentar escapar, llorar, desesperar, sucumbir… O podemos responder con silencio. A veces, callar es lo único que podemos hacer; es nuestro reducto, nuestro reino. Nos lo pueden quitar todo, pero podemos seguir callando, por mucho que nos obliguen a hablar. En este caso, y ya estoy desvelando más de lo que debiera (podríamos decir incluso que estoy soltando un par de spoilers), es una opción personal, una decisión de permanecer en silencio por sí mismo, no por nadie más: ni para defender ni para proteger a alguien; simplemente porque necesita el silencio para comprender lo que realmente ha ocurrido, lo que realmente ha hecho. Y aceptarlo. Quizás así su nieve quede limpia, aunque la que hay fuera siga cubierta de sangre.

Inés Macpherson
FUENTE: ANIKA ENTRE LIBROS (http://www.anikaentrelibros.com/)

SNOWPIERCER, o cuando una película es mucho más de lo que apunta el tráiler

09 miércoles Jul 2014

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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Bong Joon-ho, Chris Evans, distopía, Ed Harris, Jamie Bell, John Hurt, Snowpiercer, Tilda Swinton

La primera vez que vi el tráiler de Snowpiercer pensé que sería una película normalita, de acción, con sus subidas y sus bajadas, pero sin nada más. Pero debo reconocer que el film de Bong Joon-ho sorprende gratamente y, sin que lo parezca, te pone ante los ojos un magnífico y preciso retrato de lo que es el sistema, la sociedad…

Snowpiercer-image

No he tenido el placer de leer el cómic en el que está basada la película, Le Transperceneige, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, publicado en Francia en 1982 y que llegó a nuestro país de la mano de TOTEM bajo el título El Transglacial (fue reeditado hace algunos años por la editorial Bang!), pero hay que agradecer a los autores que pudieran crear una distopí como esta: claustrofóbica (no puedes salir del tren porque mueres congelado), con un toque de crítica al mundo sectario y maleable en el que vivimos, donde las imágenes y los eslóganes acaban por encorsetar nuestro cerebro para darle la forma deseada (la escena en el vagón-escuela y los cánticos repetitivos que se suceden en apenas cinco minutos hace que a uno se le revuelvan las tripas y comprenda lo fácilmente manipulables que somos) y con un retrato magnífico de la diferencia entre clases, la rabia contenida de los que son pisoteados y la desesperante y horrible certeza de que el sistema nos engulle a todos, incluso a los que quieren romperlo. Porque la ruptura, la revolución, acaba formando parte de ese ciclo, de ese círculo vicioso que llamamos sistema, sociedad. O eso creen, pues siempre puede existir una variante que decida que si el sistema quiere absorberles, pues a la mierda el sistema. No entro en detalles por no entrar en spoilers, aunque de hecho, es una de esas películas que querrías comentar plano a plano, vagón a vagón, pues cada uno de ellos representa un cuadro de nuestro mundo. Y como espectador… ese mundo da mucha pena, mucha rabia e incluso asco. Ya sabemos que las distopías saben resaltar alguno de los rasgos característicos de la sociedad hasta llevarlos al extremo. La gracia aquí es que la situación exterior es el extremo: el tren es el mundo, como dice Curtis (el personaje interpretado por Chris Evans)… nuestro mundo.

Además, esta distopía, que tiene cierta relación con Noé y su arca (el tren es el arca donde sobreviven los humanos), pero en este caso no es Dios quien nos castiga. Hemos sido nosotros, arrogantes humanos que creemos que podemos explotar la Tierra sin consecuencias, quienes hemos provocado el desastre. Primero provocamos el calentamiento global, arrasamos con todo y después, viendo que la cosa no tiene solución, lanzamos a la atmósfera un compuesto especial para bajar la temperatura. ¿Qué pasa? Que acabamos congelando el planeta. ¿No sería más fácil cuidar el planeta? Probablemente, pero pecamos de soberbia, tanto en la película, como en el mundo real. La misma soberbia que hace que los ricos consideren que todo el mundo está en su sitio, refiriéndose, por supuesto, a que los pobres deben permanecer en la cola y los ricos en la cabeza (una reflexión que recuerda a ese “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, que era aplicable únicamente a los de abajo, a los que intentaban prosperar, tener una vida mejor, porque los ricos pueden pisotear, robar y malgastar, pero ellos nunca hacen nada malo…). , por supuesto, a los que han intentado prosperar, porque los ricos están en otra liga). Por eso los de la cola sueñan con asaltar la parte delantera del tren, cueste lo que cueste, y hacerse con el motor. Porque quien controla el motor, controla el mundo (en nuestro caso, quien controla la economía lo controla todo, así que no estamos tan lejos de ese tren, aunque tengamos más espacio).

Además de Chris Evans, la película cuenta con un elenco extraordinario, como la siempre maravillosa Tilda Swinton, una actriz polivalente, impresionante y capaz de representar papeles totalmente dispares y llenar siempre la pantalla con su presencia. Tiene premios, ha participado en un sinfín de película, algunas comerciales, otras con pequeños presupuestos, como Io sono l’amore o Young Adam, junto a Ewan McGregor, y por supuesto, ha participado también en el maravilloso universo de Wes Anderson y en el peculiar universo de Jim Jarmush, con Only Lovers Left Alive. También cuenta en el reparto con Ed Harris, John Hurt, Jamie Bell o Song Kang-ho.

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El microuniverso creado por Bong Joon-ho es impecable. No pierde el ritmo ni el rumbo. Con dos pinceladas, presenta situaciones, personajes. La violencia, sin llegar a ser explícita, es palpable, ya que el director suprime la música y nos deja la respiración, el golpe. Y no lo hace a cámara rápida, sino que nos da, fotograma a fotograma, el avance a hachazo (tanto literal como metafóricamente). Aunque no es trepidante, te mantiene en tensión. Sabes que lo más probable es que el protagonista, interpretado por un Chris Evans que está mucho más acertado que en su Capitán América, llegue al frente, al motor. Lo que pase después depende de él. Porque por mucho que el sistema crea tenerlo controlado, un individuo tiene cierto margen de libertad, de decisión. Y en un espacio tan reducido como un tren, donde todo depende de un equilibrio impuesto, si se quita una pieza…

En definitiva, una película que sorprende y que ofrece la posibilidad de hacerse unas cuantas preguntas sobre nuestra «maravillosa» sociedad.

Inés Macpherson

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