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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos mensuales: enero 2013

«El ángel Esmeralda», de Don DeLillo

23 miércoles Ene 2013

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Don DeLillo, El ángel Esmeralda, Seix Barral

Debo reconocer, ante todo, que es la primera vez que leo una obra de Don DeLillo. Siempre he tenido ganas de leer alguna de sus novelas, pero nunca conseguía ponerme a ello, no por falta de ganas. Pero esta vez he decidido que no podía olvidarme este libro por dos razones: la primera, por el autor; la segunda, porque se trata de un libro de relatos. Y sentía curiosidad por descubrir cómo podía ser la narrativa corta de DeLillo. Sinceramente, El ángel Esmeralda (Seix Barral) me ha cautivado.

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Don DeLillo es un maestro del lenguaje. Cada frase, cada párrafo, es una muestra del placer por la palabra. Él las paladea y consigue que el lector las paladee. Parece que se olvida de la estructura, de contener el texto en la hoja y deja que vuele, que fluya creando una serie de postales, momentos fugaces, escenas, retratos que muestran al ser humano, a la sociedad y sus miedos.

Esta recopilación de relatos, al que le da título uno de los cuentos que hay en su interior, deambula por miedos, críticas y tendencias humanas variadas. En “El ángel Esmeralda” asistimos a la vida de una monja, Sor Edgar, que trabaja junto a otras hermanas en una zona casi olvidada del Bronx. Allí, observando a los que habitan esa realidad, un acontecimiento hace que la monja se dé cuenta de la necesidad que tenemos todos de tener visiones. Y es que en el fondo, todos necesitamos creer en algo, sobre todo cuando vemos de cerca el horror, el terror. Este cuento se escribió en 1994, mucho antes del atentado a las Torres Gemelas, y sin embargo se apunta a esa necesidad de creer cuando no hay nada en lo que creer, cuando se tiene miedo o se ha perdido todo.

En el primer cuento de la recopilación, “Creación”, Don DeLillo nos presenta lo que podría considerarse como una postal del paraíso. Pero ¿qué ocurre si no puedes salir del paraíso cuando tú quieres? ¿Y si entras en un bucle del que no puedes huir? El agobio, el aburrimiento y el miedo a esa especie de prisión que construimos y que, en este cuento, se materializa en forma de aeropuerto. En cambio, en “La acróbata de marfil”, el miedo y la angustia son más palpables. En Atenas, tras un terremoto, una maestra deambula por su día a día con el miedo en el cuerpo, intentando anticiparse al siguiente movimiento de la tierra, con miedo a que le ocurra algo, a quedarse incomunicada… Miedo, siempre el miedo con el que vivimos y que también está presente, en cierta medida, en el relato de “El martillo y la hoz”, aunque aquí DeLillo va mucho más allá y utiliza ese miedo a la caída de la bolsa, a la economía que provocan las retransmisiones que hacen tanto noticiarios como tertulianos, para hacer una crítica voraz tanto al mundo del dinero como al de la información. Y es que en “El martillo y la hoz” los noticieros los dan niñas que no saben de lo que están hablando, que dicen esas palabras como podrían estar diciendo otras. El automatismo, la frialdad, la escasa importancia que la sociedad da al mundo que le está diciendo basta, a la humanidad, que también está diciendo basta… Y las niñas que siguen repitiendo cifras y nombres que no entienden, como tampoco nosotros.

Dos cuentos que también merecen una mención son los titulados “Medianoche en Dostoievski” y “La hambrienta”. En ambos relatos, DeLillo se adentra en el mundo de las personas que observan, que necesitan seguir a otras personas, inventarles vidas, sugerirles un pasado, un futuro… ¿Una referencia al voyeurismo de la sociedad o al vacío que se puede llegar a sentir sobre la propia vida hasta tal punto que necesitas llenarlo con vidas ajenas y ficticias?

No sé si es el mejor libro del autor, pero lo que tengo claro es que esta lectura no ha hecho más que alimentar las ganas que tengo de seguir leyendo a este hombre.

Amor (Amour), de Michael Haneke

21 lunes Ene 2013

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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Amor (Amour), Michael Haneke

Recientemente galardonada con el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, Amor, la nueva cinta de Michael Haneke, que ya había sido galardonada con la Palma de Oro del Festival de Cannes 2012 y con los premios de la Academia de Cine Europeo, es una película que muestra una realidad desde la ternura y la intimidad, sin escatimar ningún detalle de lo que supone la vejez, la enfermedad y la degradación que ésta implica, pero tampoco de lo que supone el amor. Porque de eso trata la película, de lo que uno es capaz de hacer por la persona amada, de hasta dónde puede uno aguantar. En palabras del mismo director, “quise hablar del fin del amor, del modo en que se reacciona ante el sufrimiento unido a la pérdida de una persona amada. […] Las personas de 30 años hablan del amor que nace, y yo, del amor que se acaba” (Le Film Français – Anthony Bobeau).

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ARGUMENTO

George y Anne son dos octogenarios, dos profesores de música jubilados con gran cultura y una relación que desprende ternura. Su hija, como ellos, también se dedica a la música, pero vive fuera de Francia con su familia y los visita en contadas ocasiones.
Un día, Anne sufre un ataque. Tras volver del hospital, un lado de su cuerpo ha quedado paralizado. George tendrá que ayudarla en todo su día a día. Con amor y ternura decide quedarse junto a su mujer, acompañarla en la enfermedad. Una enfermedad que pondrá a prueba su amor.

OPINIÓN

Interpretada con maestría por Jean-Louis Trintignant (impecable como marido amante que lucha contra algo contra lo que no se puede luchar) y Emmanuelle Riva (extraordinaria en cada una de las fases de la enfermedad degenerativa que padece), la historia de estos dos ancianos conmueve y emociona hasta la médula. Y lo hace porque no se calla, porque no esconde, porque destapa la realidad. Esa realidad de la que nuestra sociedad huye haciéndose liftings, poniéndose bótox, como si las cremas antiarrugas pudieran realmente parar lo que es imparable: el paso del tiempo, la vida misma, que pasa y en algún momento se acaba. Nuestra sociedad tiende a dar la espalda al anciano, más si está enfermo, porque es un espejo en el que nadie se quiere mirar, una realidad de la que se quiere huir, aunque es la única de la que no se puede escapar. Haneke, como siempre, sabe ponernos un espejo incómodo delante para que nos miremos y nos veamos el alma. Si en su anterior film, La cinta blanca, nos mostraba los peligros de la intransigencia, del odio y el desprecio y de la doble moral, en Amor, nos muestra la ternura, la verdadera ternura, la que destila un amor pausado, paciente y capaz de comprender los deseos del otro incluso cuando se dicen en silencio; un amor que permanece hasta que ya no puede más.

Conmovedora, desgarradora, abrumadora y extraordinaria, Amor te deja clavado en el asiento cuando llega a los títulos de crédito porque estás todavía asumiendo lo que has visto, esa ventana a la realidad. Nos muestra la ternura, la vida y la muerte unidas en una cinta que es visualmente impecable.Sin salir de los pasillos y las habitaciones logra transmitir una sensación de hogar y a su vez, en cierta manera, de prisión de la que no puedes salir porque te ata un sentimiento al que no puedes traicionar, una persona que te necesita y a la que necesitas y no puedes soltar. Con imagenes que dicen mucho más de lo que muestran – como la historia con la paloma que se cuela en casa y a la que George libera – Haneke realiza una película sobre el ser humano, sobre su grandeza y su fragilidad, sobre la belleza de la ternura y el dolor de la pérdida, de la degradación en la que podemos caer; una película que, a pesar del dolor que muestra, destila calidez, humanidad. En definitiva, una película que duele y que traspasa por el realismo que transmite, por la verdad que narra y por el amor que uno ve en Anne y George.

INES MACPHERSON

De óxido y hueso.

12 sábado Ene 2013

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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De óxido y hueso

De óxido y hueso es una película extraña. Inspirada en la recopilación de historias de Craig Davidson que lleva el mismo título – y que todavía no he leído, mal me pese -, aunque no basada en ninguna de los relatos, es una película física en el sentido amplio de la película. Es una cinta cruda, visualmente impactante, donde se muestra una lucha por salir del pozo en el que uno habita, por huir de la realidad que se planta ante nosotros y parece que no podemos evitar.

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Y es que tanto el personaje de Ali (interpretado por un visceral Matthias Schoenaerts) como el de Stephanie (interpretado por una Marion Cotillard en estado de gloria, brillante y brutal) tienen dos realidades en las que a ninguno nos gustaría vivir. Ali y su hijo Sam (al que casi ni conoce y no sabe cómo tratar porque no está acostumbrado al afecto y mucho menos a dar muestras de él), llegan a Antibes y se instalan en el garaje de casa de la hermana de Ali para que este pueda encontrar trabajo, ganar algo de dinero y darle algo parecido a la estabilidad a su hijo. Por su parte, Stephanie parece una chica que lo tiene todo: trabajo, pareja y un poder de seducción unido a su cuerpo. Pero (intentaremos no hacer un spoiler, porque no saber lo que ocurre le da una fuerza mayor a las imagenes y al impacto emocional del personaje y del espectador) una tragedia se lo arrebata todo, pues pierde el trabajo, la pareja, su feminidad y las ganas de vivir.

Aunque cada uno a su manera, ambos están unidos a un físico que marca su existencia. Ambos están rotos: una a causa de un accidente; el otro por las peleas a las que acude para ganar dinero, dispuesto a romperse los huesos por ganar algo en la vida. ¿Cómo pueden ayudarse el uno al otro? ¿Cómo pueden salir de esa realidad? Ali es brutal, sincero, en según que momentos llega a ser casi un animal, sin compasión, sin lástima, sin tapujos. Y eso es precisamente lo que arranca a Stephanie de la oscuridad: que la traten sin lástima, si no como una persona más, con un problema, con una carencia, con un cuerpo roto, pero persona al fin y al cabo. Es algo que también se muestra en la gran película Intocable, de Olivier Nackache y Eric Toledano: cuando no te tratan con compasión puedes volver a sentirte un ser humano, no un despojo o un enfermo, alguien a quien hay que compadecer, a quien hay que tratar con lástima, como si su condición le hubiera arrancado todo lo humano que había en él.

Sin embargo, hay una pega para mí en esta película. La brutalidad, lo físico que aparece en todas sus vertientes, expone dos personajes al límite pero con una necesidad de querer que los empuja a seguir luchando. Y aunque al final de la película vemos otro acto de lucha, otro acto donde el físico, donde la fuerza tiene mucho peso, te quedas con la sensación de que falta algo. La reflexión final, sobre el dolor de los huesos rotos, sobre el dolor que nunca se va y que sirve como recordatorio de esa herida, es interesante y acertada. Pero sin embargo, sales del cine con la sensación de que falta algo más. Eso sí, hay que reconocer que, a pesar de eso, es una película altamente recomendable tanto a nivel visual como a nivel narrativo. Porque también se puede luchar para encontrar un espacio propio, para escapar a la realidad en la que nos han vomitado sin piedad, aunque sea desde ese aspecto físico, desde ese automatismo animal en el que parece que no se ponga el alma, aunque, de hecho, se pone mucho más que eso. Se pone la vida. Y se gana. O se pierde. Pero se lucha.

El Hobbit: un viaje inesperado

12 sábado Ene 2013

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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El Hobbit: un viaje inesperadp, J.R.R. Tolkien, Peter Jackson

Cuando hace años – y cuando digo años me refiero a hace unos quince años aproximadamente – leí El Hobbit, me encantó. Y por supuesto, decidí seguir con El señor de los anillos, que también me enganchó. En su momento fui a ver la trilogía que Peter Jackson había realizado sobre el viaje de Frodo, y ahora también he ido a ver la aventura de Bilbo. Y debo decir que la adaptación cinematográfica de El Hobbit me ha fascinado mucho más que la de El señor de los anillos.

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La primera entrega de esta nueva trilogía abarca un tercio aproximadamente del libro original, aunque se han añadido situaciones, elementos y personajes que no salían en el original de Tolkien, pero que Peter Jackson ha sabido hilar perfectamente. El joven Bilbo, un tranquilo hobbit de la Comarca, verá su vida alterada por la visita de Gandalf y de una troupe de enanos liderados por Thorin Escudo de roble, quienes quieren hacerle una propuesta: que se embarque en una peligrosa aventura para recuperar el tesoro oculto en la Montaña Solitaria y guardado por Smaug, un terrible dragón que asoló la zona hace años. Aunque reticente al principio, Bilbo decide embarcarse en ese inesperado viaje que lo llevará a enfrentarse a trasgos, orcos, wargos… y a conocer a Gollum y su «tesoro».

Para interpretar a este hobbit aventurero, Peter Jackson ha contado con Martin Freeman (el gran Watson de la serie británica Sherlock), un actor que sabe darle más matices a Bilbo de los que le dio Elijah Wood a su Frodo. Y además está acompañado por un elenco de enanos variopintos a los que el director ha dado mayor protagonismo y más personalidad de la que les otorgó J.R.R. Tolkien. Con una mezcla como esta, las aventuras, pero sobre todo las conversaciones entre ellos, cobran más peso y más diversión que en la trilogía anterior. Sé que El señor de los anillos es una obra más oscura y más larga que El Hobbit, pero en pantalla incluso las caminatas y las batallas podían llegar a ser tediosas. En cambio, esta vez Peter Jackson ha conseguido que ese ir caminando arriba y abajo por la Tierra Media sea más ameno. Y se agradece.

Quizás no sea una película brillante, pero cumple a la perfección todas las expectativas que yo tenía de ella, e incluso más. Y es agradable pasar un buen rato en el cine viendo una película bien hecha y bien interpretada. En definitiva, que ya estoy esperando la segunda entrega. Y mientras tanto, a releer los libros, que nunca está de más.

The Master, una película de Paul Thomas Anderson

12 sábado Ene 2013

Posted by encuentosydesencuentos in Cine

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Paul Thomas Anderson, The Master

Ante todo hay que decir que The Master, de Paul Thomas Anderson, es una película que no deja indiferente a nadie. O te gusta y te fascina, o la desprecias por completo. A mí me fascinó desde el minuto cero y me fue cautivando con esa interpretación descarnada y brutal de los personajes con los que conectas de manera casi visceral.

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La forma en que el director va hilando las imágenes para situar el alma y las profundidades del personaje a la deriva que interpreta Joaquin Phoenix es brillante. Visualmente te atrapa (o al menos a mí me atrapó) y te desliza a esa espiral de actos y reacciones que definen la complejidad emocional de Freddie Quell (interpretado de forma magistral por Phoenix hasta el punto en que cuesta ver al actor y sólo ves al personaje, encogido, encorvado, hablando entre dientes, casi escupiendo las palabras y las obsesiones que le inundan).

La película está situada tras la Segunda Guerra Mundial. Freddie Quell, veterano de la marina, regresa inestable y perdido, buscando trabajo sin mucho éxito y demostrando cierta tendencia a beber todo lo que encuentra en su camino (y hay que remarcar ese todo). Por una casualidad de la vida, su camino se cruza con el de Lancaster Dodd (interpretado por un, como siempre, magistral Philip Seymour Hoffman), líder de la Causa (secta religiosa en la que se pueden encontrar muchas referencias a otras sectas pero que, de hecho, muestra la obstinación, la cerrazón en la que uno puede caer cuando cree que existe un único camino verdadero para el mundo, el que escribe él, y que hay que imponerlo), y su familia. A partir de ese momento, los caminos de ambos hombres se unen en cierta manera para demostrar que, de hecho, tanto la vida de uno como la del otro están regidas por obsesiones y miedos.

En un momento de la película, el personaje de Philip Seymour Hoffman, Lancaster Dodd, dice algo así: “Si consigues vivir sin servir a ningún amo, a ninguno, avísanos a los demás, porque serás el primero en haberlo conseguido”. Para mí, esa sería una buena manera de resumir el film, una de las lecturas que se pueden extraer de la historia que Paul Thomas Anderson nos cuenta. Y es que todos servimos a un amo, no en el sentido de trabajar para alguien, de tener un jefe, sino que todos tenemos un amo, algo que nos atrapa. Ese amo puede ser el alcohol, las mujeres, Dios, un sueño, una obsesión que nos obceca, nos ciega y nos hace prisioneros. Somos prisioneros de ese amo al que servimos, y en algunos casos, para abandonar a uno podemos acabar sirviendo a otro. El cuadro emocional, la complejidad del carácter y de las acciones que presenta Freddie Quell (impredecible, arrollador e impulsivo) chocan con el orden en el que vive Lancaster Dodd y su familia, que encarnan esa necesidad de creer en algo mayor (la necesidad de creer, de construir creencias que nos hagan sentir seguros, es algo que ocurre no solo tras las guerras, si no en casi todos los momentos de cambio), de vivir según unas normas y unas ideas que deben ser impuestas. Quieren que Freddie deje de servir a ese amo al que sirva y sirva al suyo. Pero es difícil domar lo indomable, por mucho que lo trates como si fuera un perro. Porque por muy salvaje e irracional que el personaje de Phoenix parezca, hay mucho más en su interior de lo que Dodd cree.

Y es que Lancaster Dodd también tiene una obsesión, un amo: es prisionero de su propia mente, de esa Causa que ha creado y que va transformando a su antojo sin permitir que nadie le lleve la contraria o dude de lo que hace. Defiende la razón pero es irreflexivo hasta llegar a niveles que rozan el absurdo. Cree que puede salvar a todo el mundo, incluido al descarriado Freddie Quell, obsesionado con las mujeres, ávido de contacto humano y amor y alcohólico hasta la extenuación. ¿Es más libre Lancaster Dodd que el personaje interpretado por Phoenix, ese Freddie Quell tan bestial, tan animal en todo lo que hace? ¿Por qué considerar al racional, al esclavo de una supuesta racionalidad, más libre y humano que el que sigue sus pasiones, si ambos están igualmente sometidos a un amo?

Llena de momentos memorables, tanto visual como emocionalmente, The Master es una película brillante que no gustará a todo el mundo, que muestra el mundo de las sectas y del horror que supone vivir y volver de una guerra, pero que, sobre todo, ahonda de una manera extraordinaria en algunos aspectos del alma humana, sin tapujos y de manera descarnada.

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