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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos mensuales: junio 2021

Érase otra vez. Cuentos de hadas contemporáneos, de Ana Llurba (WunderKammer)

28 lunes Jun 2021

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Ana Llurba, Érase otra vez, Cuentos de hadas contemporáneos, WunderKammer

¿Cuántas versiones podemos encontrar de la Caperucita Roja? ¿Cuántas historias parecen narrar acontecimientos similares a los cuentos que conocemos con el título de Barba Azul o La Cenicienta? Existe cierta tendencia a imaginar que la versión que hemos escuchado (o visto) durante nuestra infancia es la única versión del cuento de hadas, como si esos cuentos fueran inamovibles, rígidos, algo muerto que cuenta una única cosa, de una única manera y según los cánones establecidos por una persona o una época, que curiosamente es muy cercana a la nuestra. Pero si uno se acerca a la recopilación de Cuentos de hadas de Ángela Carter, por ejemplo, descubre que hay varios matices. Y si tras esa lectura uno se acerca a La cámara sangrienta, de la misma autora, descubrirá que esos cuentos permiten hacer relecturas mucho más ricas de lo que a veces imaginamos. Cuando le explicas a alguien que existe una versión antigua de Caperucita en la que ella se quita la ropa, o una versión de Cenicienta en la que el padre no muere, sino que permite abiertamente el abuso que recibe su hija por parte de la madrastra, hay quien se sorprende, porque no es la historia habitual, la que se ha dado por buena. Si eso ocurre con las versiones antiguas, ¿qué reacción pueden provocar las nuevas relecturas que se han hecho desde la literatura, el arte o el cine? ¿Qué pasa cuando uno descubre una nueva mirada que busca dar otra vuelta de tuerca, una nueva posibilidad?

La recopilación de ensayos que encontramos en Érase otra vez. Cuentos de hadas contemporáneos, de Ana Llurba, publicado por la editorial WunderKammer en la colección Cahiers, es precisamente una manera de ahondar en las nuevas lecturas y reescrituras del mundo del cuento de hadas que se han realizado durante el siglo XX.  ¿Y por qué acudir a los cuentos de hadas? ¿Por qué seguir explorando sus temas, los arquetipos, los elementos como la relación de la mujer y la curiosidad, la imagen del lobo, de la bruja o los espejos? Porque hay algo especial en esos elementos. «Pocas expresiones tienen el poder performativo de “Érase una vez…”. Como una invocación mágica, esa frase inaugural no solo anuncia un comienzo, sino que también nos invita a proyectarnos, a anticiparnos a lo que viene a continuación de esos puntos suspensivos, a adelantarnos a los horizontes narrativos, tan arquetípicos y previsibles, de los cuentos de hadas», dice Ana Llurba al inicio del primer ensayo de este libro y que sirve, a su vez, como introducción. Y tiene razón: hay algo mágico en esas palabras, algo que sitúa al narrador y al lector o al oyente en un lugar muy concreto, aquel en el que cierta parte del tiempo se suspende y entramos en contacto con lo simbólico, con lo ancestral, con aquello que une infancia y edad adulta, aquello que nos recuerda todo lo que se encuentra en el interior de un cuento, todas las lecturas que podemos hacer si estamos dispuestos a hacerlas.

En estos ensayos, que dialogan entre ellos, encontramos una reivindicación de la voz femenina, como narradora, como protagonista y como creadora. También encontramos apuntes y análisis de los cuentos originales, en muchos casos aquellos que no habían sido todavía modificados para encajar en la época, y a través de ellos caminamos hacia historias que han buscado reconstruir uno de los temas, darle la vuelta, explorar los límites, darle voz a aquellas que quizá no la tuvieron. De esta manera, este libro se convierte en algo más que en un estudio del cuento y sus relecturas: es también una puerta, una invitación a descubrir relatos, autoras, cineastas y artistas. En cada apartado, Ana Llurba te lleva de un nombre a otro, de una historia a otra y eso hace que el lector vaya anotando aquello que le llama la atención, los títulos de cuentos, los libros que desconocía o que querría volver a releer con esta nueva perspectiva.

Hay quien considera que el cuento de hadas es algo exclusivamente infantil y es posible que esa idea haya hecho que lo vayamos limando, eliminando partes, edulcorando otras (hay quienes, por ejemplo, cuentan una versión de Hansel y Gretel en la que los niños no son abandonados, sino que se pierden en el bosque). Pero durante mucho tiempo, el cuento de hadas no fue una lectura únicamente para niños. El cuento, lo que evoca, lo que nos explica, llama a la puerta de todas las edades porque a todos nos está contando algo; por un lado, son el espejo de la época en la que lo escribieron; por otro, hablan de una serie de arquetipos y temas que recorren la literatura popular y nuestro imaginario desde hace mucho tiempo. Por eso, todo lo que habita el cuento y las relecturas que se están haciendo desde hace años son importantes, porque hablan de algo profundo, por la simbología que nos ofrecen y porque, en el fondo, también son una invitación a adentrarse en el laberinto de la narración, a redescubrir la forma en que se tratan temas como la curiosidad o la independencia femenina, un tema que nos lleva a Barba Azul, pero también a esa extraña obsesión con dañar los pies de las mujeres en diferentes cuentos (y de formas diversas); las versiones violentas de la Bella Durmiente, que fueron suavizadas después, pero que apuntan a temas muy actuales…

Con una prosa sencilla, Anna Llurba nos hace transitar por la obra de Angela Carter, de Margaret Atwood, de Mariana Enríquez o de Kristen Roupenian, entre otras. Analiza sus versiones, nos invita a ver cómo dialogan entre ellas a través de los temas, de esa visión femenina que busca romper ciertos límites. No estamos ante una lectura farragosa o densa, sino ante una puerta de entrada a un mundo literario y artístico mucho más amplio y rico de lo que a veces pensamos. Eso sí, es una lectura para hacerla acompañada de una libreta y un lápiz, para ir anotando nombres, ideas, relaciones…

¡Larga vida al cuento!

¡Feliz lunes y felices lecturas!

Inés Macpherson

Alguien camina sobre tu tumba, de Mariana Enríquez (Anagrama)

02 miércoles Jun 2021

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Alguien camina sobre tu tumba, Editorial Anagrama, Mariana Enriquez

Hay libros que sabes que vas a leer, por el tema, por la autora, porque hay algo que te dice que quieres recorrer esas páginas, observar espacios conocidos y desconocidos a través de los ojos de otra persona. Cuando supe que Anagrama iba a publicar Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios, de Mariana Enríquez, supe que iba a caer, porque sumergirse en el imaginario de Mariana Enríquez es un placer, y porque comparto esa curiosa fascinación por los cementerios.

Cuando murió mi abuelo pisé por primera vez un cementerio. En ese momento no fui consciente del lugar, solo de la pérdida; la muerte era una realidad presente de la que casi nadie hablaba realmente, pero en la que yo pensaba a menudo. Dicen que la certeza de la propia muerte hace que observes la vida de otra manera. Pero cuando entras en contacto con la de los demás, con todos los nombres, conocidos y desconocidos, que han sido una vida y que ahora ya no están, aunque perduren en la memoria de las piedras y de la tierra, es posible que encuentres otra manera de mirar. Eso fue lo que me ocurrió un verano, con apenas 20 años, en Edimburgo. Era el primer viaje que hacía a la capital escocesa, iba con mi prima, y decidimos ir a comer a un parque, o a lo que creíamos que era un parque. Había bancos, no nos habíamos fijado en la señalización… y descubrimos que estábamos caminando entre tumbas. No recuerdo qué cementerio era, pero la sensación fue extraña. Convivían con la muerte, no estaba escondida ni aislada ni entre altos muros. Estaba allí. Y empecé a visitar cementerios, porque me di cuenta de que las historias que habitaban esas piedras, las de las vidas pasadas, pero también las de las propias piedras, la de los lugares, hacían que encontrara una respuesta sin palabras, algo que me ha ido acompañando. Supongo que por eso me interesaba observar la mirada de Mariana Enríquez, caminar con ella por cementerios, recordar algunos visitados, apuntar otros desconocidos, imaginar las estatuas, los árboles, las historias…

Alguien camina sobre tu tumba es una crónica de viajes, un paseo por diferentes cementerios, pero también es una puerta a diferentes historias, personales y ajenas, del pasado, del presente, de las piedras y de las ciudades. No se trata simplemente de un catálogo de necrópolis, sino de un viaje que aúna la narración experiencial, la crónica personal y la exploración de la historia de la ciudad, de la vida cotidiana, de las leyendas y de los relatos que la autora sabe asociar a la vida y a la muerte, a las calles transitadas y a las que están dormidas, las silenciosas, las de las estatuas y las piedras.

Lo primero que hice al tener el libro entre mis manos fue ir a buscar el índice: quería comprobar si la autora había transitado por algún cementerio que yo conociera. Ahí estaba. Highgate, uno de esos lugares que no supe que existían hasta que lo encontré en un libro. Es uno de los regalos que te da la literatura: a veces la ficción hace que descubras lugares reales que no figuraban en tu mapa personal. Así que reconozco que no empecé por el principio del libro. Me fui a Londres, a recorrer sobre el papel los árboles y las piedras del cementerio de Highgate. Y lo más curioso es que, sin saberlo, empecé por uno de los viajes que la autora describe como una despedida de la juventud (mientras que el primero, el que inicia el libro, el cementerio de Staglieno, en Génova, podría leerse casi como una despedida de la adolescencia). Hay algo nostálgico y poético en la forma en que Mariana Enríquez relata y describe, en la manera en que mezcla lo personal, esos motivos que la empujan al viaje y al cementerio, y lo que observa: la exposición de los símbolos que adornan el cementerio, la búsqueda de la figura de Marx, el relato del vampiro de Highgate…

Esa es la tónica que encontramos en casi todas las crónicas del libro: el tejido íntimo del viaje personal se mezcla con la descripción de las esculturas, con fragmentos de historia que nos llevan al pasado, a la creación de los cementerios o a la historia misma de la ciudad. Curiosidades, apellidos, historias de los allí enterrados y de los que también caminaron entre esas tumbas. Es preciosa, por ejemplo, la descripción del cementerio de Carhué, provincia de Buenos Aires: la historia de la inundación, la forma en que narra los acontecimientos y luego nos muestra cómo quedó el cementerio marcado por la sal… Es en estos pequeños fragmentos donde encontramos la parte más poética, esa prosa narrativa que es crónica, pero es mucho más que eso.

Cada cementerio es único, no solo por su arquitectura o por su historia, sino por los motivos que llevan a la autora allí y por lo que ella explica en relación al lugar. Es hermoso ver el recuerdo de un cementerio que ya no existe pero que la ficción inmortalizó, el de Los Inocentes, y ver cómo la autora lo busca, cómo el fantasma de ese lugar marca su paseo por París. Arranca una sonrisa reconocerse en la fascinación que despertó la imagen de la portada de Medianoche en el jardín del bien y el mal y ver lo que ocurrió con esa estatua y lo que uno puede encontrar en la Savannah real. La belleza de las esculturas, la forma en que las describe hace que no necesites fotos, pero necesites ir a verlas, para comprobar esas figuras, esa presencia de ángeles, de muertes, de figuras postradas… o del beso de la muerte del cementerio de Poblenou de Barcelona. La forma en que la vida y la muerte se dan la mano en estos pequeños fragmentos de historia es equilibrada: encontramos retratos de ciudades marcadas por el turismo, encuentros con extraños, comentarios de los lugareños sobre los barrios, sobre los muertos; anécdotas fascinantes como la del bohemio que entró en un cementerio con una bailarina y un violinista para bailar (no caminar) entre tumbas, y pequeños fragmentos de realidad dolorosa, como la pérdida de un amigo. Insisto, la vida y la muerte aquí se dan la mano, y Mariana Enríquez sabe hacer que lo propio forme parte un poco del lector, porque, aunque parezca que cuenta algo muy concreto y personal, acaba haciéndolo más amplio.

No sé si es un libro para cualquier lector. Yo sabía que era para mí, porque me gusta observar cómo otros observan y tratan la muerte, y más si eso me permite viajar por México y Nueva Orleans, si me descubre historias de zonas de Argentina, Chile o Australia que no conocía, si me hace contemplar mi propia ciudad desde una mirada que no es la mía. Aquí encontramos lo pequeño y lo grande, las avenidas de esculturas estéticamente hermosas y las historias chiquitas, las de los muertos propios, las de los desaparecidos. Los cementerios como espacio de memoria, una forma de recordar, no solo un nombre, sino de recordar en general lo que somos. Quizá por eso me ha gustado encontrar entre los lugares que la autora quiere visitar uno que conozco: la cripta de los capuchinos, en Roma. Se trata de una pequeña cripta, un pasillo que puedes cruzar en un suspiro, pero que te atrapa por su macabra decoración de huesos. En la entrada, te recibe un mensaje escrito: «como vosotros nosotros éramos, como nosotros vosotros seréis». Y en el fondo, hay algo de eso, como mínimo en mis paseos por las tumbas: recordar que somos eso, recordar que estamos vivos, que todos esos nombres fueron vidas y comprender que dentro de ese silencio puede haber belleza.

¡Feliz miércoles y felices lecturas!

Inés Macpherson

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