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Si hubo algo que me sorprendió del primer libro de Suzanne Collins fue la fuerza que tenía la primera persona con la que avanzaba la narración. La voz de Katniss Everdeen llenaba las páginas y hacía que tuvieras ganas de seguir leyendo, de ahondar en sus pensamientos. Escrito además en presente, el ritmo era trepidante… Y todo eso se pierde en la adaptación que ha hecho para la gran pantalla Gary Ross.
Cuando una obra en primera persona se pasa a la gran pantalla pierde por el camino la potencia que le da estar precisamente en la mente de una persona. Los momentos de soledad a los que se enfrenta Katniss durante los juegos quedan diluidos. Los miedos, las preguntas, las dudas que la asaltan se convierten en un: ahora me subo a un árbol, ahora duermo, ahora sigo corriendo. Y es que la cámara no puede introducirse en la mente de la protagonista, y hay cosas que, por mucho que se intenten mostrar, no llegan al espectador de la misma manera que lo hacía la prosa de Suzanne Collins.
Hay que reconocer que la recreación de la sociedad que vive en el Capitolio está muy bien conseguida, ya que no muestra personas ricas o privilegiadas, sino personas que, de tan opulentas que son, sobrepasan el lujo para trasladarse a lo hortera, lo superficial y lo frívolo. El contraste entre los distritos y la vida de la capital, pero sobre todo la sensación de superficialidad y prepotencia que se respira entre todas aquellas personas vestidas con colores chillones es una buena manera de mostrar, en pocos minutos, la incongruencia de una sociedad basada en la superioridad de unos cuantos y la sumisión de todos los otros, condenados a entregar, cada año, dos tributos para enmendar la rebelión pasada.
Para aquellos que comparan Los juegos del hambre con Battle Royal encontrarán diferencias, ya que Suzanne Collins trata el tema cón más suavidad. La distopía que plantea en esta primera entrega es, en el fondo, mucho más cruel de lo que parece a simple vista: por algo que ocurrió años atrás, la gente sigue pagando un precio muy elevado: el de la vida humana. Si hay que destacar algo de esta adaptación a la pantalla es que, al poderse mover por la mente de otros personajes, podemos disfrutar de algunas perlas políticas de la mano del presidente interpretado por Donald Shuterland. Sin embargo, se pierden las reflexiones que Katniss realizaba a lo largo de la obra, donde se mostraba la injusticia vivida en primera persona.
Y ahora, un apunte curioso y algo freak: para aquellos amantes el futbol, ahora que se acerca la Eurocopa, podrán comprobar en la pantalla el dilema que podría tener Del Bosque en el campo de juego, ya que los dos hombres de la vida de Katniss, Gale y Peeta, podrian ser perfectamente Llorente y el niño Torres respectivamente.