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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos mensuales: octubre 2019

La maldición de Hill House, de Shirley Jackson (Minúscula)

29 martes Oct 2019

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Editorial Minúscula, Guillermo del Toro, L'Altra Editorial, La maldición de HIll House, Mike Flanagan, Penguin Horror, Shirley Jackson

Todos queremos pertenecer: a un lugar, a una familia; conectar con alguien, con algo. A todos nos gusta cuidar y que nos cuiden, amar y ser amados, pero cuando pensamos en estos verbos, a menudo los asociamos únicamente a los seres humanos; como mucho a otros seres vivos. Pero ¿y los objetos? ¿Y las casas? ¿Qué ocurre con esas paredes que nos cobijan, a veces nos sostienen y nos escuchan gemir de placer o gritar de dolor, discutir sin sentido o callar el sufrimiento de un maltrato que nunca escapa por la puerta? ¿Podemos transmitirles algo de esa vida, de esa necesidad o de ese silencio? ¿Pueden transmitirnos ellas su necesidad de pertenecer, de proteger, de tener un corazón que palpite en su interior, aunque sea el de un recuerdo, el de un fantasma? En la adaptación que Mike Flanagan hizo en 2018 de la novela de Shirley Jackson, La maldición de Hill House (The haunting of Hill House), el personaje de Steve Crain (personaje que solo aparece en la serie), dice que los fantasmas a menudo son un deseo. Pero el deseo de quién, ¿de la casa o de la persona? Los ecos que habitan un hogar, su memoria, ¿es suya o la dejamos encerrada allí cuando nos vamos? ¿Se aferra a nosotros para que le demos voz o somos nosotros quienes despertamos sus sombras, quienes necesitamos, como sus cimientos, sentir que pertenecemos?

shirley castellano¿Por qué hablar ahora de La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, si la serie se estrenó el año pasado? Podría decir que es por las fechas, porque se acerca Halloween, pero en el fondo es porque, gracias a la Editorial Minúscula, esta maravilla ha vuelto a las librerías. En catalán ya podía encontrarse gracias a L’Altra Editorial (y en inglés hay ediciones magníficas como la que han publicado en la colección Penguin Horror, con prólogo de Guillermo del Toro), pero en castellano era difícil encontrar ejemplares de la magnífica edición de Valdemar. Desde hace unos años, Minúscula ha publicado varias obras de Jackson, entre las que encontramos sus magníficos Cuentos escogidos (2015), Deja que te cuente (2018) o la pequeña maravilla que es Siempre hemos vivido en el castillo (que se publicó por primera vez en 2012 y luego en 2017 y que también se encuentra en catalán, publicada por L’Altra Editorial). Para aquellos que no conocen el universo de Shirley Jackson, sus relatos son una buena muestra del juego que tan bien dominaba la autora para conseguir un cotidiano perturbador, el encaje perfecto entre lo normal y lo extraño, entre lo humano y lo que está más allá de la frontera de las construcciones sociales que hemos generado. Sutil, sin caer jamás en lo macabro ni en lo obvio, Jackson a veces simplemente apunta, para que nosotros comprendamos. Y esa es la gracia: que no nos lo tiene que explicar. Nos lo muestra incluso sin decirlo, porque la prosa y la atmósfera que crea nos lleva hacia el lugar indicado.

En La maldición de Hill House, Jackson juega con lo sobrenatural y lo psicológico en una prosa elegante, cargada de descripciones que pueden hacer que las neuronas del lector sufran intentando dibujar lo que su mente imaginó, no porque use adjetivos imposibles, sino porque el laberinto que enseña nos quiere inquietar desde los cimientos. Ese edificio, esa casa laberíntica en la que las puertas se cierran aunque uno intente clavarlas a la pared, es en sí mismo un personaje, un ser vivo cuyas paredes son los huesos y sus habitaciones los rincones de un alma y un corazón que desea. Jackson le da tanta presencia e importancia a la actitud de la casa como a la de los personajes. Ellos observan, pero son observados a su vez por las molduras, las escaleras, las ventanas…

Para aquellos que creen saber cuál es el argumento de esta historia por haber visto la serie de Netflix, hay que decir que están equivocados: son historias distintas, aunque tengan lugar en la misma casa, con algunos nombres que se repiten. Y, sin embargo, son dos obras que se comunican a través del tiempo y el estilo. Las frases que algunos personajes dicen en la serie son exactas a las que Jackson emplea en la novela. No siguen el argumento, no aparecen en boca de quien toca ni en el momento en que ella las sitúa, pero esas palabras resuenan con la misma cadencia y te demuestran un trabajo de guion impecable y una capacidad de atrapar el ritmo narrativo de la palabra en la imagen, provocando la misma sensación claustrofóbica en la pantalla y en el papel; la sensación que tienen aquellos que no saben si los fantasmas están fuera o dentro de su mente; si es la casa quien los llama o son ellos quien necesitan seguir en ella.

Su prosa no es complicada y cuando se para a describir es por algún motivo. Cuando dice que Hill House es una casa con una hospitalidad insistente, no necesitamos saber por qué, ni qué la mueve, si las historias que circulan sobre lo ocurrido entre sus paredes son ciertas o no; simplemente sabemos que algo que anida en su interior encuentra un eco en uno de sus personajes y eso sirve como detonante. Aunque es tentador analizar la forma en que eso ocurre, creo que es mejor adentrarse en Hill House sin saberlo del todo e incluso creyendo saberlo por la serie para después sorprenderse.

Lo cierto es que tanto Shirley Jackson como muchos otros autores antes y después han sabido comprender lo que oculta y permite un género como el terror. Aunque haya quien lo sigue considerando un subgénero, algo menor que solo existe para asustar de forma burda, quizá debería reivindicarse cada vez más lo que también hace el terror, y lo fantástico en general, que es hablar de aquello que, si no se buscara una rendija entre las sombras para mostrarlo, permanecería oculto. Sí, nos puede conectar con la sensación de estar vivos, del temor a la existencia y a su final, pero también nos ofrece la posibilidad de mirar más allá de la capa de protección social con la que nos vestimos habitualmente. Nos habla de la soledad, del miedo a nosotros mismos y a nuestros semejantes, del dolor, de la rabia y sus consecuencias…

En el caso de Jackson, y en especial en esta novela, nos encontramos con la disolución de las fronteras entre lo real y lo ficticio. No sabemos si lo que ocurre es real o forma parte de la predisposición que tenemos a creer que ocurrirá algo cuando nos han dicho que tengamos cuidado o que vamos a pasar miedo. Pero también juega con la frontera entre la vida y la muerte, entre lo que querríamos ser y lo que somos, entre lo que no queremos ver y lo que no podemos olvidar. La identidad y la posibilidad de perderla porque no sabemos quiénes somos, no sin un referente externo; la necesidad, siempre la necesidad y esa conciencia final de saberse solo; saber que, por mucho que queramos pertenecer, quizá somos como lo que camina entre las paredes de Hill House, y también caminamos solos.

¡Feliz martes y felices lecturas!

Inés Macpherson

Sueño contigo, una pala y cloroformo, de Patricia Castro (Apostroph)

17 jueves Oct 2019

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Apostroph, Patricia Castro, Sueño contigo una pala y cloroformo

En la ficción han existido mujeres de todo tipo, pero durante mucho tiempo, parecía que, si hablabas de amor, e incluso de sexo, tenías que encajar en un concepto muy concreto de la feminidad. En cierto tipo de novelas románticas se perpetúa una idea de personaje femenino que pertenece a un concepto estético y social predeterminado, con gestos y comportamientos calcados. Es cierto que la ficción no tiene por qué retratar la realidad, pero llega un momento en el que a una le gustaría encontrar mujeres que puedan hablar desde todos los lugares posibles, desde su humor negro, su mala leche y su necesidad de afecto sin que parezca una contradicción. Por suerte, la realidad y la ficción, sobre todo últimamente, han demostrado que esos esquemas se están rompiendo. Se puede ser femenina y soltar improperios, hablar de sexo, ser asesina a sueldo o comerse el mundo si es necesario, con el pelo corto o a lo Rapunzel, con falda o pantalones o como nos dé la gana. Podemos tener mala leche y hablar de amor; de hecho, podemos echar pestes sobre el amor romántico y desear que nos quieran y poder querer. Como dice Alex, la protagonista de Sueño contigo, una pala y cloroformo, de Patricia Castro (Apostroph, 2019): «La vida puede tener el sentido que le queramos dar, pero hay algo que permanece a pesar de todas las historias trágicas y absurdas que nos montamos. Todos queremos querer y que nos quieran, dejar nuestra pequeña huella en el mundo. Camus, colega, te puede parecer absurdo pero es cierto, esa es la puta piedra que de verdad vamos a cargar siempre».

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¿Por qué he dicho lo anterior? Porque debo reconocer que la protagonista que ha creado Patricia Castro en su primera novela me conquistó en la primera página porque era todo eso. De repente tenía delante a una mujer que hablaba de verdad, no de esa manera impostada que a menudo se utiliza para hacer hablar a las mujeres en la ficción, como si todas viviéramos en un anuncio de compresas y flotáramos por las nubes soñando con una felicidad prefabricada con electrodomésticos incluidos y príncipe azul a la vuelta de la esquina. O como si tuviéramos que desgarrar nuestras entrañas más profundas confesándolo todo de una forma trágica pero dulce, buscando una comprensión casi beatífica. Tenía mala leche. Estaba enfadada consigo misma, con el objeto de su pasión en particular y con el mundo en general, y estaba dispuesta a hablar de una historia de amor sin caer en los tópicos, aunque jugando precisamente con ellos, con los esquemas clásicos de las novelas románticas para romperlos y arrancarles el azúcar.

Este libro es difícil de clasificar. No es una novela de amor, aunque en parte lo sea. Tampoco es un ensayo, aunque la trama se entremezcla con las reflexiones de la protagonista, que ahondan en las relaciones humanas y la actualidad política y social con críticas a diestro y siniestro enunciadas sin pelos en la lengua. De hecho, creo que uno de los logros esta novela es la manera en que la voz narrativa de Alex nos permite entrelazar lo personal y lo social, los anhelos individuales y la sensación de formar parte de una generación precarizada y de un mundo global, que lo ha comercializado todo, incluso el afecto. En una de las múltiples reflexiones que se hacen sobre el carácter de Júlia, esa gestora de las emociones, comprobamos que ella en el fondo podría representar la condensación de una serie de eslóganes que se han promovido desde distintos sectores y que se han convertido en una moda vacía pero llena de palabras que, al final, se rompen cuando las enfrentas con una realidad que son incapaces de observar y analizar realmente.

Es también el retrato de una realidad concreta, porque los referentes geográficos y el bilingüismo marcan un espacio reconocible, pero las reflexiones que subyacen son extrapolables a la sociedad en general. Es como si fuera tomando una pieza tras otra del puzle de nuestra actualidad, en todos sus aspectos, y fuera agitándolas hasta desmontar las construcciones rígidas y absurdas en las que se sitúan cada uno de ellos. Y también es un extraño homenaje a un sustrato cultural que transpira todo el libro, plagado de referencias a música, cine, libros y filósofos, permitiendo que también se rompa otro estereotipo más, pues estamos leyendo cómo una joven nos habla de sexo, de amor y de precariedad en una novela, pero a la vez nos bombardea con reflexiones más profundas de las que a veces se encuentran en los análisis de algunos libros.

En definitiva, creo que estamos ante un libro con ganas de contar una historia, pero también con ganas de ofrecer un espejo, una reflexión afilada que nos recuerda que no se puede dividir el mundo y lo que ocurre en blanco y negro, con etiquetas prefabricadas que buscan una realidad esterilizada que no se puede sostener ni sobre el papel. Una lectura ágil, rápida y con una voz narrativa que sabe jugar con todas las contradicciones que tenemos y que nos hacen humanos.

¡Feliz jueves y felices lecturas!

Inés Macpherson

 

Edgar Allan Poe: 170 años de su muerte

07 lunes Oct 2019

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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contes, Cuentos, Edgar Allan Poe, Neil Gaiman, Quaderns Crema, Vincent Price

Hoy se cumplen 170 años de la muerte de Edgar Allan Poe. Quien más quien menos conoce este nombre e incluso ha leído alguno de sus cuentos o ha escuchado o recitado ese «Nevermore» que Vincent Price o Neil Gaiman saben pronunciar tan bien cuando recitan The Raven. Para mí, Poe es el escritor que lo cambió todo. De hecho, cambió muchas cosas en el terreno literario, pero hoy quería hablar desde un lugar un poco más personal.

Cuando tenía unos trece años, en clase nos hicieron leer una pequeña recopilación de Edgar Allan Poe. Era la traducción al catalán de Carles Riba editada por Quaderns Crema, y allí descubrí un lenguaje que entendía, pero que a su vez me resultaba extraño; un mundo que reconocía, pero que me hablaba de una oscuridad que me golpeó. Allá estaban «Hop-Frog», «La máscara de la muerte roja», «El pozo y el péndulo» o «El gato negro». Era una recopilación de clásicos. Una recopilación que todavía conservo y que acompaña a todas las otras ediciones que tengo de este autor: en castellano y en catalán, ilustradas o con prólogos magníficos y traducciones de Julio Cortázar.

Poe_Harry Clarke

Ilustraciones de Harry Clarke

¿Por qué supuso un cambio tan importante en mi concepto de lo que era la literatura? Pues porque por primera vez alguien hablaba de las sombras interiores, aquellas que yo intuía, y de los monstruos que generamos o en los que nos podemos convertir. Cuando desde pequeña tienes cierta tendencia a observar el lado oscuro, a mirar la muerte de frente y comprender que la vida no es tan simple ni luminosa como a veces nos quieren hacer creer, descubrir a alguien que habla de los monstruos que llevamos dentro, del horror interior, de la obsesión, del miedo, de la angustia vital que te puede llevar al límite, hace que comprendas que no eres tan extraña como te hacían creer. Cuando te dan permiso para leer historias donde la muerte está tan presente, te sientes un poco menos sola cuando escribes cuentos donde las ciudades se abren en canal para comerse a la gente o las casas te atrapan para que formes parte de las paredes o las ventanas, prisioneros para siempre en una frontera entre la vida y la muerte, observando el mundo, pero sin poder gritar para que alguien te vea. Yo escribía sobre los monstruos que construimos a nuestro alrededor como prisiones, encerrados entre cuatro paredes, interiores y exteriores, de las que no podemos salir o de las que creemos que no se puede salir. Nunca me había imaginado que se pudiera hablar desde el lugar desde el que lo hacía Poe, y me pareció extraordinario, por su manera de crear atmósferas, por la forma en que daba voz a la muerte y a los muertos, a los recuerdos, al olvido; por la manera en que te iba llevando hacia un clímax maravilloso y, a menudo, poético.

Después llegaron Bradbury y Dahl (a quienes descubrí gracias a las clases de inglés, porque a excepción de Poe, el resto de lecturas siempre fueron bastante clásicas), que son los otros pilares literarios que siempre me acompañan. Tres patas de una mesa que acabó por completar Gaiman, quien a veces tiende un puente entre Poe, Bradbury y él mismo, ofreciendo una magia que sabe jugar con la luz y las sombras. Pero, ¿qué tiene Poe que no tengan otros autores? Quizá simplemente me enamoré de su manera de escribir por el momento, por la edad, porque era algo que se alejaba de las típicas historias juveniles que nos hacían leer. Quizá se quedó conmigo porque abrió una puerta que nunca se ha cerrado. Pero, en el fondo, hay que tener en cuenta que Poe, más allá de lo que pudo suponer para mí, fue el primero en muchas cosas. Su Auguste Dupin abrió la puerta a Holmes y a toda una saga de detectives. Y fue el primero en dejar de lado los monstruos exteriores (sin olvidarse de ellos, porque había horrores más allá de la puerta), para adentrarse en el horror interior, los monstruos más humanos que no necesitan volver de la muerte para arañar-nos y vestirnos de angustia.

El narrador en primera persona de muchos de estos relatos te permitía ponerte en la piel del vengativo Montressor y bajar con él a las catacumbas; te permitía descubrir la voz del protagonista de «El corazón delator», quien decía no estar loco mientras podías imaginar como el tono de voz iba aumentando, latiendo más fuerte, como el corazón que había escuchado tantas veces de noche, «con un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón»; te permitía descubrir la angustia de quien sabe que ha perdido la cabeza bajo los efectos del demonio de la intemperancia y ha cometido un crimen atroz mientras intentaba cometer otro igualmente brutal. Poe nos ponía un espejo delante sin intención de desfigurar, sino para que pudiéramos tener presente que, a veces, somos como el personaje de «El extraño» de Lovecraft, y hasta que no nos vemos realmente no somos conscientes de todas las sombras que podemos tener dentro. Siempre es más fácil definir el mundo mediante una dualidad clara, con una frontera entre luz y oscuridad, bien y mal que no admita grises. Pero el terror que inició Poe y que llega a nuestros días nos habla precisamente de todo lo que hay entre medio, de la forma en que alguien que es como nosotros, los llamados normales, puede transformarse.

Cuando, años después, descubrí el placer de la narración oral, decidí dar voz a esas historias que me habían hecho la persona que era, que habían construido mi mundo literario interior y exterior, porque de ellas surgieron muchas otras pasiones en forma de libros. Como narradora, ponerse en la piel de estos personajes es extraordinario, porque necesitas vivir lo que dicen, lo que hacen. He escuchado a Vincent Price recitando a Poe, narrando sus cuentos; también a Neil Gaiman o, en castellano, a Juan Echanove. Lo hacen mucho mejor que una servidora, que simplemente es narradora, no actriz, pero si tuviera que escoger un único autor para narrar el resto de mi vida, probablemente sería Edgar Allan Poe, porque ya llevo muchas de sus historias y de sus palabras conmigo.

Por eso, hoy os dejo un cuento de Poe que narré hace unos años, porque, aunque haga 170 años de su muerte, su voz y sus historias siguen latiendo, como el corazón delator:

 

¡Feliz lunes y Poe-ticas lectures!

Inés Macpherson

Edgar Allan Poe: 170 anys de la seva mort

07 lunes Oct 2019

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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contes, Cuentos, Edgar Allan Poe, Narracion oral, Neil Gaiman, Quaderns Crema, Vincent Price

Avui fa 170 anys de la mort d’Edgar Allan Poe. Qui més qui menys coneix aquest nom i fins i tot haurà llegit algun dels seus contes o haurà escoltat o recitat aquell «Nevermore» que Vincent Price o Neil Gaiman saben pronunciar tan bé quan reciten The Raven. Per a mi, Poe és l’escriptor que ho va canviar tot. De fet, va canviar moltes coses en el terreny literari, però avui volia parlar des d’un lloc una mica més personal.

Quan tenia uns tretze anys, a classe ens van fer llegir un petit recull de contes d’Edgar Allan Poe. Era la traducció al català de Carles Riba editada per Quaderns Crema, i allà vaig descobrir un llenguatge que entenia, però alhora m’era estrany; un món que reconeixia, però que em parlava d’una foscor que em va colpejar. Allà hi havia «Hop-Frog», «La màscara de la mort roja», «El pou i el pèndol» o «El gat negre». Era un recull dels clàssics. Un recull que encara conservo i que acompanya a totes les altres edicions que tinc d’aquest autor: en castellà i en català, il·lustrades o amb pròlegs meravellosos i traduccions de Julio Cortázar.

Poe_Harry Clarke

Il·lustracions de Harry Clarke

Per què va suposar un canvi tan important en el meu concepte del que era la literatura? Doncs perquè per primer cop algú parlava de les ombres interiors, aquelles que jo també intuïa, i dels monstres que generem o en què ens podem convertir. Quan des de petita tens certa tendència a observar el cantó fosc, a mirar la mort als ulls i comprendre que la vida no és ni tan simple ni tan lluminosa com a vegades ens volen fer creure, descobrir a algú que parla dels monstres que portem a dins, de l’horror interior, de l’obsessió, de la por, de l’angoixa vital que et pot portar al límit, fa que entenguis que no ets tan estranya com et feien creure. Quan et donen permís per llegir històries on la mort és tan present, et sents una mica menys sola quan escrius contes on les ciutats s’obren per cruspir-se a la gent o les cases t’atrapen perquè formis part de les parets o les finestres, presoner per sempre d’una frontera entre la vida i la mort, observant el món però sense poder cridar perquè algú et vegi. Jo escrivia sobre els monstres que construïm al nostre voltant com a presons, tancats entre les quatre parets, interiors i exteriors, d’on no es pot sortir, o d’on es creu que no es pot sortir. Mai havia imaginat que es pogués parlar d’es d’on ho feia Poe, i em va semblar extraordinari, per la seva manera de crear atmosferes, per la forma en què donava veu a la mort i als morts, als records, a l’oblit; per la manera en què t’anava portant fins a un clímax meravellós i, sovint, poètic.

Després van arribar Bradbury i Dahl (que vaig descobrir gràcies a les classes d’anglès, perquè excepte Poe, la resta de lectures sempre van ser força clàssiques), que són els altres pilars literaris que sempre m’han acompanyat. Tres potes d’una taula que va acabar completant Gaiman, qui sovint fa de pont entre Poe, Bradbury i ell mateix, oferint una màgia que sap jugar amb les llums i les ombres. Però, què té Poe que no tinguin d’altres autors? Potser simplement em vaig enamorar de la seva manera d’escriure pel moment, per l’edat, perquè era quelcom que s’allunyava de les típiques històries juvenils que havia llegit. Potser es va quedar amb mi perquè va obrir una porta que mai més s’ha tancat. Però, en el fons, cal tenir en compte que Poe, més enllà del que pogués suposar per a mi, va ser el primer en moltes coses. El seu Auguste Dupin va obrir la porta a Holmes i a tota una saga de detectius. I va ser un dels primers en deixar de banda els monstres exteriors (sense oblidar-se d’ells, perquè també hi havia horrors més enllà de la porta), per endinsar-se en l’horror interior, els monstres més humans que no necessiten haver tornat de la mort per esgarrapar-nos i vestir-nos d’angoixa.

El narrador en primera persona de molts d’aquests relats et permetia posar-te en la pell del venjatiu Montressor i baixar amb ell a les catacumbes; et permetia descobrir la veu del protagonista de «El cor delator», que deia no ser boig mentre podies imaginar com el to de veu anava augmentant en ritme, bategant més fort, com el cor que tants cops havia escoltat, «amb un so com el que un rellotge fa embolicat en cotó»; et permetia descobrir l’angoixa de qui sap que ha perdut el cap sota els efectes del dimoni de la intemperància i ha comés un crim atroç mentre intentava cometre un altre igualment brutal. Poe ens posava un mirall davant sense ànim de desfigurar, sinó perquè poguéssim tenir present que, a vegades, som com el personatge de «L’estrany» de Lovecraft, i fins que no ens veiem realment no som conscients de totes les ombres que podem tenir a dins. Sempre és més fàcil definir el món mitjançant una dualitat clara, amb una frontera entre llum i foscor, bo i dolent que no admeti grisos. Però el terror que va iniciar Poe i que arriba fins ara ens parla precisament de tot el que hi ha entremig, de la manera en què algú que és com nosaltres, els anomenats normals, pot transformar-se.

Quan, anys després, vaig descobrir el plaer de la narració, vaig decidir donar veu a aquelles històries que m’havien fet la persona que era, que havien construït el meu món literari interior i exterior, perquè d’ells van sorgir moltes altres passions en forma de llibre. Com a narradora, posar-se en la pell d’aquests personatges és extraordinari, perquè necessites viure allò que diuen, allò que fan. He sentit a Vincent Price recitant a Poe, narrant els seus contes; també a Neil Gaiman o, en castellà, a Juan Echanove. Ho fan molt millor que una servidora, que simplement és narradora, no actriu, però si hagués d’escollir un únic autor per narrar la resta de la meva vida, probablement seria Edgar Allan Poe, perquè ja porto moltes de les seves històries i les seves paraules amb mi.

Per això, avui us deixo un conte de Poe que vaig narrar ja fa uns anys, perquè encara que faci 170 anys que va morir, la seva veu i les seves històries segueixen bategant, com el cor delator:

Bon dilluns i Poe-tiques lectures!

Inés Macpherson

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