Título: Las cosas que perdimos en el fuego
Autora: Mariana Enriquez
Editorial: Anagrama
Fecha de publicación: febrero de 2016
ISBN: 978-84-339-9806-4
¿Cuáles son los límites del género de terror? Con cierto tipo de cine parecía que el terror iba a quedar acotado a una serie de juegos visuales y elementos musicales que te atrapaban en unas redes conocidas, pero igualmente terroríficas. Sin embargo, por suerte el terror es mucho más que eso, sobre todo cuando circula por las páginas escritas. Y es que a veces no se necesitan asesinos ni sangre para generar una sensación de desasosiego, de terror que traspasa lo visual, porque va más adentro, porque lo atraviesa todo.
Como la maravillosa Shirley Jackson, cuyo cuento La lotería demuestra que se puede acojonar a alguien simplemente sugiriendo, simplemente recordando que el mayor monstruo puede estar dentro o tener forma de sociedad, Mariana Enriquez nos demuestra que la extrañeza y el desvío de lo cotidiano puede colarse en nuestra tripa, revolverlo todo y agarrarnos las entrañas para que sintamos un peculiar miedo. No es el miedo de los sustos, de la sangre o de esas atmósferas góticas llenas de terrores cósmicos y fantasmas ancestrales. Es un miedo más humano, más salvaje, más real. Porque nos conecta con la realidad. Porque son pinceladas, momentos concretos en los que, de repente, empiezas a sentir que la autora está jugando con varias capas, con varios estratos en una misma historia: la que te narra la vida y la que mira detrás, la que sabe ver lo que hay al otro lado de nuestras fachadas.
A menudo, cuando hablo de libros compuestos por diversos cuentos, me paro a comentarlos, a analizar o resaltar lo que llama la atención de cada uno de ellos. Pero en este caso no sé si es buena idea. Creo que hay que adentrarse en las páginas de estas historias sin saber, para dejarse llevar por la prosa concisa, hermosa y sólida de esta argentina. En cada cuento hace que entres en un mundo que, aunque quizás no conozcas, ella hace tuyo. Y al invitarte a entrar, te mezclas con esa extrañeza que va asomando poco a poco y se va colando por dentro. Son geografías límite: zonas pobres, barrios que han perdido lo que una vez tuvieron, suburbios… Espacios descritos desde un prisma personal y duro que nos muestran una Argentina múltiple, rasgada y con sombras.
Sus protagonistas son en su mayoría mujeres. En muchos relatos encontramos una primera persona que mantiene cierta distancia, que nos habla como si estuviera un poco lejos, observando, pero a la vez muy cerca, pues la realidad está en ella, la salpica, la vuelve protagonista, la atrae hasta engullirla. Y el terror se viste de obsesión, de cuchilla, de maltrato… un maltrato brutal cuya resolución ignífuga tiene una fuerza y una perturbadora belleza vengativa que resulta inquietante y fascinante a la vez.
Coherentes, con unas voces narrativas fascinantes, duras, a veces burlonas, a veces crueles e incluso dubitativas, los relatos de Enriquez nos hablan de la desigualdad social, del sufrimiento psicológico, de la violencia machista, terrores reales, palpables y visibles que ella tiñe con ese juego de luces y sombras, de realidad y extrañeza que te sacude doblemente, porque ves el límite de lo vivido, de lo que existe, y observas a su vez a dónde te podría llevar.
Un libro impecable de una autora extraordinaria que vale la pena leer y, sobre todo, disfrutar.
¡Feliz martes y felices lecturas!
Inés Macpherson