En marzo de 2012, la editorial Salamandra publicó la extraordinaria novela de Vanessa Diffenbaugh, El lenguaje de las flores, una de esas novelas que mueven y conmueven a diferentes niveles, pero que no dejan indiferente.
Argumento:
Inspirándose en el sofisticado código que la sociedad victoriana utilizaba para expresar sentimientos por medio de las flores, Vanessa Diffenbaugh narra el viaje emocional de una joven californiana que, marcada por una dolorosa historia personal, encuentra en este peculiar lenguaje el medio para recuperar su capacidad de confiar y amar a sus semejantes.
A los dieciocho años, tras una vida entrando y saliendo de numerosos hogares de acogida y pisos tutelados, Victoria Jones está obligada a emanciparse por ley. Se ha convertido en una joven introvertida y arisca, y sólo en su pasión por las flores se vislumbra un camino de salvación. Finalmente, tras encontrar trabajo en una floristería, se cruza con un joven a quien conoció diez años antes, durante la época en que vivió en casa de Elizabeth, una madre de acogida que le enseñó el lenguaje de las flores. El misterioso joven conoce un secreto que atormenta a Victoria, aunque sólo ella puede arreglar cuentas con el pasado. Así, Victoria, que es capaz de expresar los sentimientos de los clientes con hermosos ramos, deberá aprender a interpretar sus propias emociones, la única manera de deshacerse del enorme peso que arrastra desde niña y que le impide encontrar la felicidad.
(argumento extraído de la contraportada)
Opinión:
Cuando uno se adentra en las páginas de El lenguaje de las flores espera una prosa bella, una historia llena de emociones. Pero cuando sigue pasando las páginas descubre que es mucho más. No sólo es una historia sobre la capacidad que tienen los seres humanos de superar los obstáculos que la vida les pone, ni de superar los propios miedos y las propias limitaciones. También es una novela sobre el perdón, sobre la culpa y el sentimiento de fracaso que habita en algunas personas y que les impide seguir adelante porque siempre creerán que van a fracasar.
La capacidad de la autora para plasmar y comprender el sufrimiento, el miedo, el odio o la culpa es extraordinaria. Hay a quienes les cuesta comprender que haya personas que se derrumban y hay quienes creen que la depresión o es un invento o una excusa para no actuar, para no enfrentarse a la realidad. Si leen este libro, se encontrarán con la muestra de que esa complejidad emocional, ese dolor y ese sufrimiento emocional existen. La autora los conoce de cerca porque ha trabajado con personas con situaciones similares a las de Victoria. Por eso mismo, sabe desgranar el pensamiento de una persona con una complejidad emocional como la de Victoria, sin caer en los tópicos ni en el despertar pena o compasión. Lo que consigue Vanessa Diffenbaugh es mostrar cada paso, cada conexión que realiza el pensamiento de Victoria para que podamos comprender lo difícil que es sobrevivir al entramado de emociones y sufrimiento que habita en algunas personas.
Escrita de tal manera que podemos oler, palpar y saborear cada palabra, cada imagen, la autora no escatima en imágenes extraordinarias, llenas de significado; y es que todo lo que se dice en este libro se dice por un motivo; todas las emociones que transmite están expresadas con una sinceridad y una verdad abrumadora. El lenguaje de las flores está escrito con una prosa impecable, llena de matices y de simbología. Cada uno de los personajes que habitan sus páginas, desde Victoria y Grant, hasta Renata o Mami Ruby, desprenden una autenticidad que genera en el lector un nivel de empatía espectacular. A pesar de no poder identificarse con cada uno de los sentimientos y con cada una de las situaciones que aparecen, comprendemos y compartimos sus pensamientos y emociones a todos los niveles.
Y es que El lenguaje de las flores te traspasa, te intriga y te absorbe. Es curioso que una persona tan agresiva como Victoria, tan hacia dentro, tenga esa sensibilidad, esa capacidad de comprender un lenguaje tan silencioso y tan simbólico. Pero es que cuando uno no es capaz de decir, de transmitir sus propias emociones, siempre encuentra un lenguaje que le sirva de refugio y de comunicación. Eduardo Galeano, en su obra El libro de los abrazos tiene un relato que elogia al lenguaje: cuando los de fuera te prohíben hablar, cuando te cierran la boca, las manos y los dedos aprenden a comunicar por señas, por golecitos en la pared. Porque el lenguaje y la capacidad expresiva del ser humano no tienen límites; siempre rompe las barreras. En el caso de Victoria, encuentra su refugio y su lenguaje en las flores. Las flores son para Victoria un refugio porque la conectan con su único momento feliz, los años pasados con Elizabeth; también son un refugio porque las conoce, comprende su historia y su crecimiento (no como el nacimiento o el crecimiento humano, que la desconcierta, la sobrepasa y la abruma hasta romperla en dos). Pero también son un refugio porque se siente a salvo del mundo. Las flores no preguntan ni exigen; con ellas se siente a gusto, domina su lenguaje, las comprende y sabe transmitir con ellas lo que no consigue hacer con palabras. Un refugio que la puede salvar de hundirse todavía más en su propio abismo. Un refugio al que pude acudir porque quiere, porque realmente siente que allí tiene su lugar.
Vanessa Diffenbaugh ha conseguido con El lenguaje de las flores hablar de algunos de los rincones escondidos del alma humana. A pesar de ser una empresa complicada, ha sabido expresar ese dolor desgarrador que supone querer amar pero no poder hacerlo porque sabes que no lo sabrás hacer, que fallarás y harás daño a otras personas, porque es lo que has hecho siempre; ha sabido transmitir el dolor que supone creer que eres de una manera y que nunca podrás cambiar, que tu destino está escrito y que no te mereces nada de lo que el mundo pueda darte, porque probablemente si te lo da es porque quiere algo a cambio. La desconfianza de Victoria al encontrar el amor de Elizabeth, su miedo a que luego venga una represalia o que sea un juego, o que vaya a perderlo por cualquier motivo es una manera perfecta de comprender el mecanismo de defensa que un ser humano puede llegar a construir para no seguir sufriendo. Porque, si nunca nadie me ha querido, ¿por qué de repente alguien me va a querer porque sí y sin pedir nada a cambio?
El lenguaje de las flores es una novela que nos enseña a escuchar, a leer más allá de lo evidente, a comprender que muchas veces somos capaces de interpretar o malinterpretar los sentimientos ajenos, pero nos negamos a reconocer los propios porque nos da miedo.