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Tras leer Otra vuelta de tuerca, uno se da cuenta de que está ante una obra redonda. A pesar de no ser el terror uno de los géneros más explotados por Henry James, da muestras de dominarlo y de saberlo llevar a su máximo exponente. Le sabe dar, como el título indica, una vuelta de tuerca.
En esta obra nos encontramos ante lo que Todorov llamaba «lo fantástico puro». No nos muestra con clairdad un mundo mágico ni fantástico (como el de Harry Potter o Crepúsculo, si se me permiten referencias actuales), sino que nos deja con la duda ante el enigma. ¿Hay realmente fantasmas, o son imaginaciones de la institutriz? ¿Son realmente Miles y Flora víctimas indefensas o los que provocan la existencia de las visiones fantasmagóricas que nos asaltan a lo largo del libro?
Como en otras obras de la época, como Jane Eyre, en Otra vuelta de tuerca, nos encontramos ante un espacio aislado (una mansión), unos niños a los que hay que educar (Miles y Flora) y una institutriz con ganas de probarse a sí misma y de contentar al amo, del que está enamorada. Pero, a diferencia de la obra de Brönte, en la narración de Henry James, el amo aparece en un único capítulo. Después, es únicamente una presencia a la que la institutriz no podrá acudir, ni tan siquiera cuando tiene la certeza de que algo va mal en la casa. ¿De dónde procede la inquietud de la institutriz de Henry James, de la que ni siquiera conocemos el nombre? Lo que la inquieta no es la persona encerrada en el caserón, presa de la locura y la enfermedad, como en la obra de Brönte, sino unas apariciones que no sabemos si son o no reales. Aparecen tanto fuera como dentro de la casa, pero nadie más las ve. ¿O quizás sí? ¿Qué es lo que mira Miles a través de la ventana?
Como he dicho antes, para mí esta es una obra redonda, donde persisten dos posibles interpretaciones igualmente aceptables: la maldad de los niños o la locura de la institutriz. ¿Podría una alimentar a la otra? No se sabe. Henry James acaba la novela dejándola en el aire. Todas las dudas que el lector podría tener, quedan sin contestar por el autor. Debe ser la mente del que lee el que las conteste. Ahí entra lo que cada uno quiera interpretar. Yo me quedo con la idea de haberme reencontrado con una gran obra. Como siempre, un placer leer a Henry James.