Etiquetas
En su ensayo Contra la distopía. La cara B de un género de masas (La Caja Books, octubre 2021), Francisco Martorell Campos comenta que «nos contamos relatos distópicos que, en contra o no de su voluntad, amplifican el desaliento y la desconfianza», porque se alimenta la sensación de que no hay otra opción, que el mundo en el que vivimos es el único mundo al que podemos aspirar, porque no existe otro sistema ni político ni económico ni social factible que nos ofrezca una alternativa. Radicalizado, el nuevo libro de Cory Doctorow que acaba de publicar Capitán Swing tiene un subtítulo: Cuatro distopías muy actuales. Y sí, cuando uno las lee tiene cierta sensación de desaliento, porque lo que narran nos suena cercano, porque el retrato, por muy en el futuro que pueda situarse, es un espejo de la actualidad, de su hostilidad e individualismo, de la dependencia tecnológica y otras ansiedades; sin embargo, entre sus páginas se respira algo más, una intención de mostrar, con cierto humor negro, que hay cosas que se podrían cambiar….

Lo cierto es que Radicalizado es un libro con una carga crítica explícita, cabreada y con dosis de humor, guiños a la cultura pop e incluso un homenaje a Edgar Allan Poe. El primer relato, «Pan no autorizado», es, para mí, el más sólido de los cuatro relatos o novelas cortas, por sus personajes y por la idea de partida: un horno que deja de funcionar y que no acepta el pan autorizado que debería aceptar (la simple idea de poder utilizar solo un tipo de producto autorizado ya dice mucho).
En este relato encontramos a Salima, una inmigrante refugiada que consigue salir del campamento y del albergue para vivir en un piso de protección oficial. Podría parecer el inicio de un sueño americano, de esas clásicas historias de superación que tanto parecen gustar, pero, ¿lo es realmente? Tras haber navegado por la espantosa burocracia del sistema para conseguir algo de autonomía y respeto, Salima acaba topándose con otra parte del sistema que se aprovecha de los que no tienen nada, de los que no pueden escoger ni siquiera sus electrodomésticos: el piso era de protección oficial porque iba con esos aparatos que solo aceptan lo “autorizado” porque, de esa manera, empresa y propietario sacan beneficios, y porque saben que los inquilinos no se podrán permitir otra cosa. Sí, podemos ver la fragilidad a la que nos aboca la dependencia de la tecnología, pero el relato va más allá, porque no es solo el concepto de la tecnología, sino esa idea de elemento “no autorizado” lo que nos muestra las trampas del sistema, que te recuerda constantemente lo que no tienes, lo que no eres. Unas trampas que se extienden a otros espacios del edificio, donde hay puerta para ricos y para pobres y donde el ascensor no se para para los pobres si hay un rico dentro. De alguna manera, hay algo en ese edificio que recuerda a ese Rascacielos de J. G. Ballard, pero aquí encontramos una solidaridad entre los vecinos de la zona pobre que difiere de aquel maravilloso viaje vertical que nos ofreció Ballard hace años.
«Una minoría modélica» nos lleva a una realidad que nos suena, pero en la que aparecen elementos que nos llevan al mundo de la fantasía, porque nos topamos con el Águila Americana (un Superman con otro nombre, pero con Lois incluida y un Bruce, sin el apellido Wayne explícito, pero millonario y con ciertos toques que pueden recordar también a Tony Stark). Estamos ante un relato que reescribe ciertos aspectos del concepto de superhéroe y que sirve como espejo para reflexionar sobre la justicia y el sistema policial estadounidense (lo hace de forma más sutil que la serie The Boys, con menos violencia, pero recordando los hilos que se mueven en la sombra de aquello que nos enseñan). Recordemos que Superman, perdón, el Águila Americana, es extraterrestre. Y como tal, es extranjero, diferente, como le recuerda uno de los personajes que acompañan esta historia cuando le dice que «ahora mismo eres blanco, pero esa es una proposición puramente contingente».
El racismo, pero también el silencio; la hipocresía de la sociedad, que pone hastags pero no hace nada y que se adhiere al discurso que toca en cada momento; los superhéroes como ese elemento de poder que refuerza el estilo de vida americano. Y la pregunta que planea durante todo el relato: ¿por qué Águila Americana no había actuado antes? Una curiosa crítica al sistema legal, judicial y policial americano en el que los referentes a la cultura pop destacan.
La tercera novela corta o relato es la que da nombre al libro: «Radicalizado». Aquí encontramos una crítica directa al sistema sanitario americano, a las trampas de los seguros médicos, al horror de no poder pagar un tratamiento. Recuerdo un documental que vi hace años donde una pareja vivía en una tienda de campaña porque lo habían tenido que vender todo para pagar el tratamiento de cáncer de la mujer. Algo de eso hay aquí, pero con un punto más radical, llevado al extremo, con internet y los foros alimentando una rabia, una radicalización que va in crescendo. El autor nos está preguntando por el valor de la vida humana, por ese derecho que deberíamos tener todos a un sistema de salud pública, igual para todos.
El título de la última historia es un homenaje abierto a Poe: «La máscara de la muerte roja». Ese relato, escrito en 1842, nos mostraba al príncipe Próspero, y su pequeña comunidad de amigos aislados de la peste, celebrando una fiesta mientras el horror devora a los de fuera. Pero, ¿podemos contener la muerte, o esta se abre camino siempre, incluso cuando creemos que hemos cerrado con llave y el exterior no nos puede afectar? Algo similar plantea aquí Doctorow, con una crítica al individualismo, al sentimiento de superioridad de cierta clase de seres humanos que creen que pueden controlarlo todo, predecirlo todo, mientras esperan que la vida vuelva a la normalidad. Un curioso apocalipsis con toques y referencias a Mad Max y a ese concepto de pandemia que tanto hemos escuchado estos últimos tiempos.
Habrá a quien el discurso directo y abiertamente político de Doctorow le pueda desagradar y a quien le parezca que podría haber profundizado más en algunos aspectos de cada relato, pero al final, estamos ante historias que son espejos y a la vez cuadros, con pinceladas para recordarnos lo que tenemos delante y animarnos a encontrar las preguntas que navegan entre sus páginas.
¡Feliz lunes y felices lecturas!
Inés Macpherson