Hay libros que encierran en sí varias historias, no sólo por la que cuentan sus páginas, sino por la forma en que has llegado a él. Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler (Libros del Asteroide, octubre de 2014) es uno de esos libros. ¿Por qué? Bueno… Dejad que os explique una historia…
Tengo cierta tendencia a entrar en las librerías, tanto en las de mi ciudad como en las que encuentro en ciudades que visito. Hace un tiempo, paseando por San Sebastián, descubrimos la Librería Donosti, en la plaza de Bilbao.
Llamaba la atención su puerta verde, pero sobre todo lo hacía su escaparate, no porque fuera llamativo en sí mismo o porque tuviera grandes carteles o dibujos, sino porque tenía una muestra magnífica de algunas de las editoriales más interesantes que hay en el panorama español en estos momentos. Entre ellas, una de esas editoriales que se identifican al instante por su diseño: Libros del Asteroide. Compartía espacio con Impedimenta, con Blackie Books… Y cómo no, entramos. La librera era una mujer magnífica, entusiasta, que destilaba pasión por los libros por los poros. Como casi siempre que entro en una librería, acabé comprando algún libro. Pero esta vez, además, me llevé un montón de recomendaciones. Reconozco que no me hubiese importado comprar alguno de esos otros títulos, pero ni la economía ni la maleta lo permitían. Además, sabía que uno de esos libros tenía que estar en otra de mis librerías preferidas, a la que puedo ir siempre que quiero y puedo coger los libros casi sin pedir permiso. Me refiero a la casa de mis padres. Y es que mis padres, desde hace años, son unos enamorados de Libros del Asteroide. Mercedes y Celia, las libreras de La Gabia de Paper, hicieron muy bien su trabajo, porque nos enseñaron a apreciar esas pequeñas editoriales que ahora empiezan a ser, no sé si grandes en volumen de publicaciones, pero sí en todos los otros sentidos.
Y como era de esperar, encontré en las estanterías del salón de mis padres estas Canciones de amor a quemarropa. La librera de la Donosti no mentía: es un libro bonito, por la manera en que está escrito y por la sencillez de lo que narra. Y es que, a veces, lo más cercano al mundo, a la realidad, puede convertirse en una gran historia. Quizás es demasiado bonito, pero eso va a gustos. Reconozco que prefiero los retratos de películas como Comanchería, de David Mackenzie, pero a veces también es agradable un retrato amable de la vida. Y este es un canto a la vida, a la amistad, con ese regusto a nostalgia de la infancia y la adolescencia a la que algunos se aferran para no enfrentarse al mundo adulto, al mundo real. Y también es un canto a la vida en el campo, sin olvidar lo duro que puede ser sentirse esclavo de una granja, pero recordando también lo bueno que puede tener sentirse parte de un lugar. Porque, en el fondo, Butler narra una historia sobre le necesidad de pertenecer. Hay quienes prefieren pertenecer al lugar que los ha visto nacer y hay quienes, en el fondo, saben que siempre van a tener que estar buscando otro lugar al que poder llamar casa.
Focalizado en diferentes narradores en primera persona que nos permite ir conociendo no solo los hechos, sino el pasado y el carácter de cada personaje, Canciones de amor a quemarropa propone un cuadro donde encontrar distintas maneras de encarar la vida: el músico que triunfa pero que, a su vez, siente que nunca estará tan bien como en casa; el joven que sueña con ser grande, pero sobre todo con que todo el pueblo lo reconozca como tal; el chico que ha tenido siempre claro lo que quería y ha seguido en su sitio, sin soñar con nada más porque ese es su sueño, o el que a pesar de darse de bruces contra la realidad, consigue encontrar un sitio donde sentirse en casa.
Y aunque es cierto que se podría considerar que esta novela a veces se deja llevar por ciertas imágenes estereotipadas de la vida, de las relaciones entre amigos y los problemas de pareja y de la edad adulta, no es menos cierto que, a menudo, nosotros también podemos encontrarnos ante esas mismas imágenes y vivirlas como reales. Hay quien considera que una novela debe utilizar la ficción para mostrar lo que nosotros no podríamos vivir, unos personajes que llevan las cosas de una forma distinta, casi heroica. Hay quienes prefieren sentirse identificados con las dudas y las miserias de los personajes sobre los que lee. Los amigos creados por Butler tienen un poco de ambos, pues acaban solucionando sus problemas de una manera que tal vez no sea heroica, pero que quizás sea difícil de encontrar en la vida real.
Más allá de esa sensación de estar ante un canto a esa vida de campo, a la amistad y a la familia por encima de todo, lo cierto es que uno se deja llevar por esa prosa sencilla, con algunas imágenes maravillosas, sobre todo a la hora de describir el paisaje, y con el regusto familiar que dejan las historias que, sin ser novedosas, nos hacen vivir otras vidas. Y al final, ¿qué es un libro sino una ventana a otro universo, a otra ciudad… a otra vida?
¡Feliz martes y felices lecturas!
Inés Macpherson