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Encuentosydesencuentos's Blog

~ Un paseo entre cuentos y libros con Inés Macpherson

Encuentosydesencuentos's Blog

Archivos de etiqueta: Gallo Nero

Rue de l’Odéon, de Adrienne Monnier (Gallo Nero)

28 lunes Nov 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Adrienne Monnier, Gallo Nero, La Maison des Amis des Livres, librerías, Rue de l'Odéon, Shakespeare & Co., Sylvia Beach

«Mi criterio se basa en la influencia. Influencia ejercida sobre las formas, sobre las ideas, sobre las costumbres. Existe una literatura “abierta”, igual que existe una moral “abierta”, por utilizar el admirable concepto introducido por Bergson en su última obra.
[…]
No tiene sentido defender algo que se defiende muy bien por sí solo, ayudar a lo que es mucho más poderoso que tú. Me viene a la cabeza una anécdota. Un día, hará de esto doce años, un joven novelista, bastante conocido ya por entonces, me dijo mientras observaba mi escaparate: “Mejor haría en poner mi libro, que se vende como pan bendito, en vez de esas poesías de Mallarmé que nadie comprende”. Como imaginarán, le respondí que si su libro se vendía como pan bendito, entonces no tenía ninguna necesidad de mí, y que ya podía dejarle a Mallarmé el modesto beneficio de mi modesta casa».

Creo que, con este párrafo uno puede intuir el tipo de mujer que fue Adrienne Monnier, y el tipo de librería que era La Maison des Amis des Livres, situada en el número 7 de la Rue de l’Odéon, justo delante de otro mítico lugar: la Shakespeare & Co., regentado por Sylvia Beach. Ambas mujeres y ambos establecimientos forman parte de la historia de la literatura contemporánea y son, probablemente, dos figuras inigualables por su valentía y su tenacidad a la hora de defender el noble arte de la escritura, de la lectura… y de ser librero.

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Rue de l’Odéon (Gallo Nero, 2011) es uno de esos libros fascinantes y extraños que probablemente no verían la luz en castellano si no existieran editoriales como Gallo Nero, que saben arriesgar y saben seguir un criterio propio que tiene claro lo que busca en un libro y lo que pretende ofrecer al lector.

Quien se adentre en este libro no encontrará una crónica al uso. Se trata de pequeños fragmentos, reflexiones, cartas, relatos de encuentros, de traducciones, como la del Ulisses, de James Joyce, o recuerdos sobre autores y las relaciones que se establecían con ellos, tanto dentro como fuera de aquellas cuatro paredes convertidas en santuario de libros y lectores. Insisto en el concepto de lectores porque la Maison des Amis des Livres no era únicamente una librería, sino una especie de biblioteca de préstamo, un gabinete de lectura y un lugar de encuentro para aquellos que comprendían la belleza y el poder de los libros y las ideas que aguardan entre sus páginas.

Tras un prólogo magnífico de Simone de Beauvoir, nos encontramos una especie de introducción en forma de puzle de testimonios de amigos y clientes que ofrecen su personal visión de esa extraordinaria mujer y su librería. Entre ellos encontramos a Paul Claudel, Jacques Prévert, Michel Cournot y muchos otros. Después, desde las palabras de la propia Adrienne Monnier, nos adentramos en su vida y en la creación de esa casa de los amigos de los libros que fundó en 1915 y que mantuvo hasta 1951. Por su pluma y su librería pasan Beckett, Hemingway, Walter Benjamin o James Joyce, así como Valéry o Fargue.

Entre los relatos de sus descubrimientos y su relación con los autores, el lector encuentra reflexiones sobre movimientos literarios, sobre el mundo del libro o las dificultades de publicar o traducir según qué textos.

Más adelante, sobre todo en la tercera parte titulada «Los Amigos de los Libros», hallamos reflexiones un poco más personales sobre la librería en sí, sobre el gabinete de lectura, las dificultades de sobrevivir en la época en la que este lugar se alzó como un estandarte de la Orilla Izquierda y sobre ese criterio del que se puede leer al principio. En estos pasajes encontramos a una mujer con una prosa extraordinaria, capaz de tejer un universo propio y literario especial.

Rue de l’Odéon es una obra interesante por varios motivos: por ser un fragmento de historia en sí mismo; por ser una ventana a una época y a unos hombres de los que normalmente sólo conocemos sus libros, no sus personas… Pero sobre todo porque es un canto a un concepto de libro y de librería. Es un homenaje al libro, al lector, a la valentía del criterio propio y la capacidad de defender dicho criterio. Es un pedazo de vida convertido en letra, en frase y en párrafo que transporta al lector a otra época, a otra idea del libro y a un lugar donde sentirse arropado entre estanterías dispuestas a ofrecer ideas.

Una mujer extraordinaria a la que, tras leer sus páginas, a uno le gustaría haber llegado a conocer en persona y haber cruzado el umbral de ese lugar llamado La Maison des Amis des Livres.

¡Feliz lunes y felices lecturas!

Inés Macpherson

Estética del Polo Norte, de Michel Onfray (Gallo Nero)

02 lunes May 2016

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Etiquetas

cultura inuit, Estética del Polo Norte, filosofía, Gallo Nero, Michel Onfray, reflexión, viaje

En septiembre de 2015, Gallo Nero publicó Estética del Polo Norte, de Michel Onfray, un libro extraño, hermoso, donde adentrarse no sólo en un espacio, sino en una cultura que, en general, nos es desconocida; pero, sobre todo, nos permite compartir una reflexión profunda sobre la humanidad, la civilización y la hipocresía y el desprecio con el que nos enfrentamos a lo que es diferente.

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Argumento

Cuando era joven, Michel Onfray le preguntó a su padre qué lugar escogería si un genio se presentara ante él y le propusiera regalarle el viaje de sus sueños. Su padre lo miró y dijo: «el Polo Norte». Su padre era un hombre que no había abandonado jamás su hogar y que había dedicado toda su vida a trabajar, por lo que, cuando cumplió los ochenta años, él decidió hacerle ese regalo e ir a la Tierra de Baffin, más allá del círculo polar… en el Polo Norte.

Ese viaje le permitió observar de cerca una cultura, la de los inuit, que es bastante desconocida para nosotros, llena de tópicos y observada siempre desde el velo de aquellos que la han contado desde sus propias culturas. Michel Onfray nos relata la historia de dicha civilización, su evolución, los contrastes entre lo que fue y lo que es, entre la oralidad y la occidentalización que ha sufrido… Y entre el frío, la piedra y los animales, convierte un diario de viaje en un compendio de reflexiones sobre la vida, sobre la cultura y las civilizaciones, sobre la hipocresía de nuestro mundo y nuestra incapacidad de comprender lo que nos es extraño. Un texto lleno de belleza, tanto a nivel visual como léxico, que se adentra en el pensamiento en su más amplia concepción y nos regala una reflexión profunda sobre la humanidad.

Opinión

A veces, hay títulos que extrañan al lector, que lo sitúan en una posición de no saber muy bien qué va a leer. Estética del Polo Norte es un título amplio, que podría implicar varias cosas, desde un libro de viajes basado en el paisaje del lugar, hasta la concepción más amplia del término «estética», utilizado en filosofía. Pero lo cierto es que la obra de Michel Onfray es un texto complejo y completo, lleno de matices y reflexiones que abarcan un abanico impresionante: desde el comentario de libro de viajes, adentrándose en el paisaje y las costumbres y anécdotas del trayecto, pasando por la historia y la observación de la evolución de una cultura, como si de un antropólogo se tratara, hasta la crítica precisa a un comportamiento que se puede ver en particular en el ejemplo de la civilización inuit, pero que tiene unos tentáculos mucho más amplios en el tiempo y en el espacio.

Este libro se compone de tres partes. La primera parte recibe el nombre de «El tiempo elemental: la rareza». A grandes rasgos se podría decir que se trata de un apartado que plantea la extrañeza que podemos sentir ante el paisaje y el clima de esa zona polar. Pero eso sería mentir, porque es mucho más. Esta primera parte es la que podríamos considerar más reflexiva. La belleza del paisaje se mezcla con la belleza del lenguaje para dar paso a unas reflexiones llenas de simbolismo y de verdades que, muy a nuestro pesar, se extienden más allá del Polo Norte. Porque señala la sensación de comunión que uno siente con la naturaleza en espacios así… comunión que se ha perdido porque el paisaje está mutando por culpa del calentamiento global y porque parece que hemos perdido la capacidad de comprender que vivimos en el planeta, no lo poseemos. No es nuestro, de la misma manera que ni sus animales ni su riqueza lo es. Hemos olvidado que convivimos con ellos, que debemos cuidarlo para que nos cuide, porque si no, algún día, no quedará nada. Y nosotros desapareceremos, pero la piedra quizás persista y la naturaleza vuelva a surgir. El problema es que en la vorágine de nuestro mundo, donde el tiempo natural se ha olvidado, parece que vivimos de espaldas a la tierra, y a la Tierra.

Planteada en tres capítulos, la primera parte ahonda en el paisaje (el tiempo geológico, es decir, la piedra), en el frío (el tiempo climático) y el espacio (el tiempo expandido). Estos tres elementos permiten que Onfray reflexione sobre la vida y la muerte en su concepción amplia. Desde la reflexión más filosófica, aúna mundo y vida de forma precisa y nos recuerda que todo se puede reducir al mineral, incluso nuestros huesos, cuando ya no estamos. Y es curioso, pues a pesar de la dureza de algunas conclusiones y pensamientos, la belleza con la que está redactado hace que las palabras se deslicen por nuestro interior sin darnos cuenta.

La segunda parte se adentra en el tiempo vivido y empieza a ahondar más en la observación y reflexión de la cultura inuit y su historia. Pero aún lo hace desde una perspectiva un poco general. Repasa la civilización inuit, algunas de sus costumbres, y cómo su occidentalización ha destruido el sustrato del pasado; cómo la oralidad (la tradición oral y todos los valores y símbolos que iban asociadas a ella) se ha ido perdiendo y se ha quedado en la escritura, petrificada, creando una dualidad esquizofrénica que ha afectado de forma global a ese pueblo que ha sido destruido y borrado, convertido solo en un recuerdo que se explota de cara al turismo, pero en el que se están perdiendo costumbres y tradiciones. Una cultura que se ha vuelto dual, donde algunos siguen manteniendo sus rituales y otros buscan parecerse cada vez más a esa cultura que los ha colonizado y ahogado; esa cultura que los masacró y los obligó a ser otra cosa distinta. En esa segunda parte, también se ofrece una reflexión interesante sobre un tema que no tiene sólo que ver con los inuit, sino con todas las culturas y civilizaciones. Y es el respeto a los ancianos. Allí, apunta Michel Onfray, incluso los ancianos respetan a los más ancianos, porque saben que son el sustrato de nuestro mundo, los poseedores de una experiencia que el resto no tiene (algo que aquí, en occidente, se ha perdido; nos llenamos la boca de buenas palabras, pero los geriátricos están llenos de personas a las que se aparcan y a las que nadie va a ver).

La tercera parte, titulada «El tiempo destruido: la desaparición», se adentra de lleno en la civilización inuit, en su historia y en su realidad actual. Y lo que explica es desgarrador. La historia del “colonialismo” del siglo XX por parte de USA y Canadá y la consecuente destrucción de una cultura por intereses ajenos es apabullante. Desconocía por completo la relación de dichos gigantes con el pueblo inuit (estamos más acostumbrados a saber lo que ocurrió con los sioux), y la forma en que Onfray transmite lo que otros inuit le explican es impresionante. Por intereses políticos, militares, empresariales, energéticos, el lugar en el que habitaban fue colonizado; ellos desposeídos de su cultura, de su tradición y de sus tierras y lanzados a una vida estática que nada tiene que ver con la suya. Se han quedado en tierra de nadie, cultivando una cultura que les es ajena, creando unos vínculos cerrados, sin futuro y con una frustración inmensa, sin saber ya cuál es su lugar.

Como se puede ver, la obra es una especie de crescendo. Empieza con la belleza de lo general, del paisaje, que sirve como reflexión respecto a la relación que el hombre ha tenido con la naturaleza y que ahora parece haber olvidado; la falsa creencia del ser humano, sobre todo el occidental, de su superioridad, cuando el frío y la piedra muestran que no somos nada y que, al final, todos somos polvo, piedra. Y que incluso la piedra muere.

Después, poco a poco, llegamos al tiempo vivido, a lo cotidiano, a la observación de una cultura y sus vestigios; a las historias que se pueden intuir en ciertas costumbres que los mayores aún contemplan, pero que se van perdiendo. Y cuando nos ha enseñado la belleza del lugar y sus inclemencias, cuando ya hemos hecho un pequeño paseo por la relación con los animales, a los que veneran, y con algunos de los elementos de su cultura, llega el golpe, la crítica mordaz pero elegante. Una crítica a un concepto de imperialismo que sigue existiendo, aunque los grandes imperios de la historia, supuestamente, ya no existan. Una invasión cultural que sigue pisoteando lo pisoteado, despreciando lo que no es uniforme y no encaja en el concepto capitalista de producción. Porque el tiempo natural, el tiempo vivido, el elemental, no encaja en el mundo occidental, pautado según lo que Foucault consideró como la vigilancia; una vigilancia que no está solo en los lugares donde debe estar, como en la cárcel, sino en todo: todo son pautas, todo estructuras marcadas donde vigilar y controlar, donde encorsetar la vida, que se va olvidando de su esencia, de su capacidad de vivir, para simplemente transitar, sobrevivir y quedar estancado en ese horario, en ese concepto vital que poco tiene que ver con el mundo real, la tierra, la piedra, el frío, y la existencia.

Aquel que se adentre en este texto debe tener en cuenta que no es un libro para leer y punto. Se trata de una obra que requiere ser degustada para poder absorber su belleza léxica y conceptual; una obra que requiere tiempo. Y es que por algo los títulos de sus capítulos se refieren a diferentes tipos de tiempo…

Inés Macpherson

La garçonne, de Victor Margueritte (Gallo Nero)

14 lunes Sep 2015

Posted by encuentosydesencuentos in Lecturas y reseñas

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Anika entre libros, feminismo, Gallo Nero, La garçonne, liberación de la mujer, literatura francesa, Victor Margueritte

Hay libros que, en su momento, debieron marcar un antes y un después, no solo a nivel literario, sino a nivel social. Leyendo La garçonne, de Victor Margueritte (Gallo Nero Ediciones, mayo 2015) uno comprende que este pudo ser uno de ellos. Una novela realista llena de crítica social, donde se habla abiertamente del feminismo, de la igualdad y de la liberación de la mujer, tanto a nivel social como sexual. Una obra extraordinaria sobre un tema que sigue siendo muy actual.
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ARGUMENTO

Monique Lerbier es una joven parisina de familia burguesa. Como toda buena joven de esa época, su deber es casarse, y si además es con un buen partido que apoya los negocios familiares, aún mejor, porque eso supone un buen negocio. Enamorada de Lucien, el hombre en cuestión, Monique no se plantea lo que ese negocio supone realmente y accede encantada a todas las peticiones de su padre, de su madre y de su futuro marido. Lo único que pide a cambio es sinceridad. Pero la sinceridad es algo que en la sociedad de principios de siglo no existe, y menos con las mujeres, por lo que Lucien le promete fidelidad eterna sin tener ninguna intención de cumplir dicha promesa. Lo que él no espera es que Monique lo descubra en brazos de otra mujer. Esa revelación, el descubrimiento de la hipocresía y la mentira en las que vive, hace que Monique decida romper con todo y tomar las riendas de su vida.

Liberada de lo que esperan de ella los demás, Monique decide transgredir todas las normas sociales, todo lo que se espera de una mujer y aboga por ser abiertamente sincera: no oculta su sexualidad ni sus vicios; encuentra un trabajo con el que ganarse la vida y se muestra tal como es, sin importar el qué dirán. Impulsada por esa búsqueda de sí misma, pero también intentando huir de las heridas que la vida le va regalando, Monique pasará por etapas diversas, desde la homosexualidad a las drogas, intentando encontrarse a sí misma y su lugar en el mundo. Porque por mucho que haya quienes consideran que el papel de la mujer en la vida es uno y está marcado, ella está dispuesta a demostrar lo contrario. Porque ella decide, ya que ella es dueña de su vida, nadie más.

OPINIÓN

«Cuando una mujer tropieza, busque dónde está el hombre», dice el personaje de Vignabos a la señora Ambrat, al final del libro. Y ella le contesta: «¡El hombre, siempre el hombre!». Con estas dos frases se podría resumir a la perfección la intención y la ideología que defiende este libro: la tendencia a considerar que el hombre es el centro del universo, incluso cuando la mujer intenta liberarse de él, como si por ella misma no fuera capaz de tomar la decisión de ser libre y no atarse a las convenciones sociales que la convierten irrevocablemente en esposa y madre, sin que pueda ser nada más. Estamos hablando de un libro escrito en los años 1920; un libro que fue censurado en su momento en Francia y que le valió al autor perder la Legión de Honor. Y es que la liberación de la que habla, tanto mediante los actos de la protagonista como mediante las charlas ideológicas que salpican la obra, era algo muy moderno para su tiempo… y, en algún caso, incluso para el nuestro, que aún se escandaliza ante según qué expresiones de amor e independencia por parte de mujeres y hombres. Pero vayamos por partes.

La garçonne no es un libro convencional, tanto a nivel estilístico como a nivel argumental. Con un narrador extraño, que juega con la omnisciencia, paseándose sutilmente entre la simple narración y la observación psicológica (de vez en cuando hace algún comentario sobre el sufrimiento de la protagonista que es difícil saber si proviene de ella o de ese narrador que contempla sus procesos, sus tropiezos y sus nuevos comienzos), nos encontramos con un retrato social y personal de Francia, pero también de la sociedad occidental. Sin tapujos, sin escatimar en descripciones y en opiniones, Victor Margueritte utiliza ese narrador para exponer la doble moral, la hipocresía y los instintos masculinos más primarios, incapaces de aceptar la igualdad de la mujer en ningún aspecto, y que se manifiestan en los celos más ridículos y en la obsesión del control y la posesión por encima de todo. Y es que, por muy modernos que seamos, por desgracia, y eso lo demuestran cada día las noticias, algunos siguen teniendo la espantosa idea de que la mujer es una propiedad y que el amor es posesión. Incluso el lenguaje nos delata: «es mi mujer», como si al casarnos dejáramos de ser personas y pasáramos a formar parte de la otra persona. Hay culturas en las que la mujer incluso pierde su apellido y adquiere el del marido… Pero ese ya sería otro tema y se trata de hablar del libro.

Uno de los logros de Margueritte es saber narrar todos los episodios de la vida de Monique sin juzgarla, algo difícil teniendo en cuenta el tipo de narrador que utiliza y la forma en que, a veces, se escapa alguna opinión ante lo que está ocurriendo. Pero lo cierto es que hay un perfecto equilibrio entre esos comentarios y el hilo argumental. De hecho, es la propia Monique la que se va juzgando. Quizás juzgar no sería la palabra más adecuada. Lo que hace es analizarse, observarse, buscar en sus profundidades y dejarse arrastrar por ellas. Gracias a su caída a los infiernos, el autor puede mostrar la hipocresía social, que juega a ser virtuosa por fuera, pero que por dentro se deja llevar por orgías y vicios diversos. También nos muestra el peligro de las drogas, ese refugio al que acuden algunos para no pensar, para no sentir, porque la vida y la soledad duelen demasiado. También aprovecha para exponer lo difícil que a veces resulta ser fiel a las propias convicciones; eso lo hace de la mano de Monique, pero también de Vignabos, Boisselot o Blanchet, pensadores y escritores que representan el progreso, pero también esa dualidad que acepta dicho progreso en algunos casos, pero no en la liberación de la mujer.

Y es que, a pesar de ser una novela centrada en el personaje de Monique, Margueritte sabe utilizar a los otros personajes para retratar los estereotipos de la sociedad y de las ideologías. Los hombres acechantes, que incluso ofrecen dinero para que sea su esposa. Las amigas que fingen ser mojigatas, pero después se van a habitaciones oscuras con más de un hombre. Los hombres que dicen ser progresistas, pero después se vuelven unos animales posesivos, celosos y enfermizos hasta el punto de prohibir a su pareja ver a otras personas, por si acaso… Y curiosamente, nos muestra este último aspecto de la mano de Monique, una mujer supuestamente liberada que, sin embargo, pierde por un momento la perspectiva y acepta este maltrato por amor, cuando eso no es precisamente amor.

Se podrían escribir páginas y páginas analizando este libro, a cada uno de los personajes, que interpreta a la perfección su papel como estandarte de un planteamiento y una ideología social. Se podría comentar también el ambiente histórico que plasma, los acontecimientos que rodean la vida de Monique, que vivió la guerra, aunque desde cierta distancia. Pero entonces estaría escribiendo hasta mañana. Solo puedo decir que es un libro fascinante, importante y admirable, sobre todo por el momento en el que se escribió.

Es comprensible que precisamente en su época este libro provocara un escándalo, pues defiende abiertamente la libertad de la mujer, la necesidad de que se la empiece a tratar como a una igual, no solo como a un objeto, una mercancía que se puede intercambiar, que se puede comprar o que se puede regalar al mejor postor, digo, al marido. Por desgracia, algunas de las reacciones sociales que plasma el autor ante el comportamiento de la protagonista, como por ejemplo cortarse el pelo, siguen siendo criticadas por algunos sectores de la sociedad en pleno siglo XXI. Hay quien considera que la mujer debe llevar el pelo largo para ser femenina; también los hay que consideran que la mujer es una igual, pero si se comporta en las relaciones sexuales como cualquier hombre, es decir, con libertad y sin necesidad de estar locamente enamorada y casarse al día siguiente, es una prostituta, no una mujer libre. Por lo tanto, la apuesta filosófica e ideológica que presentan las páginas de este maravilloso libro aún está por llegar, pues hay una gran parte de la humanidad que sigue considerando que la mujer es menos, que la mujer es un objeto… Los personajes del libro, en sus reuniones filosóficas, abogan por la necesidad de una revolución, de un cambio en la educación, en los valores. Y se ha hecho… pero aún queda un buen camino. Por suerte, siempre existirán libros como este, que nos recuerdan que la literatura es mucho más que una buena historia: es una ventana al mundo y al pensamiento.

Inés Macpherson
FUENTE: Anika entre libros (http://www.anikaentrelibros.com/)

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