En el último festival de cine de Sitges han destacado muchas películas, pero yo os quiero hablar de una en particular: Coherence, de James Ward Byrkit. Este especialista en storyboards, que ha participado en películas como Piratas del Caribe, ha decidido explotar su faceta de director y lo ha hecho de una manera fascinante, adentrándose en el mundo de la ciencia ficción de la mano de la física cuántica. Aviso de antemano que hay ciertos spoilers, por llamarlos de alguna manera, sobre el argumento a lo largo del comentario, pero es difícil hablar de esta película sin hablar de todo su argumento.
Uno de los aciertos de esta cinta es el guión, del que se dice que parte está improvisado. Pero que sea o no improvisado no es lo importante. Lo interesante es que, como espectador, estás al mismo nivel que los protagonistas: igual de perdido, igual de sorprendido, igual de asustado. La situación que nos plantea es una situación cotidiana que bien se podría plasmar en teatro por su simplicidad y sencillez: una casa, ocho amigos, una cena y un suceso extraño, el paso de un cometa. Dicho cometa pasó hace mucho tiempo cerca de la Tierra, y se cuenta que ocurrieron cosas: no cayeron meteoritos ni los extraterrestres nos invadieron. Simplemente, la gente empezó a comportarse de manera diferente. Mientras los ocho amigos comentan el anterior paso del cometa y cómo una mujer llamó a la policía para decir que el hombre que estaba en su casa no era su marido, aunque fuera idéntico a él, porque ella había matado a su marido horas atrás, también empiezan a pasar cosas extrañas. Los teléfonos se rompen, la luz se va… Y empieza el baile mental al que nos lleva el director, tanto a los espectadores como a los personajes. Porque el cometa abre una posibilidad cuántica, que ofrece un panorama inquietante pero interesante a la vez.
Aunque algunos crean que la idea de la variedad de mundos posibles (o paralelos, según se mire) es algo muy actual, ya hubo un filósofo que, salvando las distancias y el planteamiento base, defendió que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Estoy hablando de Gottfried Leibniz. Insisto, no se puede decir que la doctrina de Leibniz tenga algo que ver con la física cuántica y la idea de que existan dos realidades paralelas a la vez, pero lo que si nos podemos preguntar tras ver esta película es: ¿cuál es el mejor mundo posible? ¿Cómo sabemos que estamos en esa posibilidad buena? ¿Y si estamos en la mala? ¿Y si somos la versión mala de nosotros mismos? ¿Y si hay una mejor, a la que le sale todo mejor?
Lo que está claro es que James Ward Byrkit ha conseguido una película redonda en todos los sentidos y sin necesidad de efectos especiales ni grandes estrellas de cine ni grandes parafernalias (aunque los fans de Joss Whedon y su Buffy Cazavampiros encontrarán un rostro conocido, el del actor Nicholas Brendon, que en la serie interpretaba a Xander Harris). Simplemente nos ofrece un espacio cerrado, un grupo de amigos y una situación que nos pone a todos en tensión, mientras descubrimos qué queremos, quiénes somos o quiénes nos gustaría ser…
Una cinta recomendable que, además, puede dar pie a una charla para comentarla largo y tendido alrededor de un café (o lo que a uno más le apetezca).
Inés Macpherson