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Para aquellos que necesitan argumentos para comprender el poder y la magia de los cuentos, tanto los literarios como los populares, existe un nombre propio que sirve como respuesta: Angela Carter. Si en 2016 Impedimenta publicaba los maravillosos Cuentos de Hadas de Angela Carter, una recopilación de relatos que huyen de las frágiles princesas y las hadas buenas, un año después Sexto Piso publicaba Quemar las naves, los cuentos completos de esta narradora británica que supo jugar con el relato hasta convertirlo en algo más.
Quemar las naves empieza con un prólogo de Salman Rushdie que sabe presentar a esta extraordinaria mujer, mezclando vida, estilo y obra en un espacio reducido. Y después encontramos todos los cuentos: la obra temprana, las recopilaciones publicadas y los cuentos no antologados. Quizás su obra más conocida en este terreno sea La cámara sangrienta, una serie de relatos que reescriben y reinterpretan los cuentos populares con un toque más cruel y una lectura mucho más simbólica. Encontramos una versión de Barba Azul, dos formas distintas de pensar la Bella y la Bestia y varias maneras de mirar a Caperucita Roja y a su lobo (una de las cuales pasó a la gran pantalla de la mano de Neil Jordan y su En compañía de lobos). También tenemos una versión magnífica de la condesa sangrienta, una especie de bella insomne que es, a su vez, reina de los vampiros. Todas y cada una de estas historias demuestran la capacidad que tenía Carter para transformar y dar la vuelta a unos relatos conocidos por todo el mundo, pero que, a veces, necesitan una visión diferente para comprender todo lo que se oculta al otro lado.
Pero esta mujer no se quedaba únicamente en el mundo del cuento popular. Sus Fuegos artificiales es una recopilación de nueve piezas, muchas de ellas relacionadas con Japón, que ahondan en el mundo de las relaciones en todos los sentidos, de la pareja a la paternidad pasando por relaciones de sumisión con una carga simbólica y estética extraordinarias. Entre las líneas de los relatos encontramos reflexiones, imágenes que sirven para explorar la violencia y la crueldad, pero también la identidad, de una forma intensa y bella. Es difícil escoger una pieza de entre las nueve, pero quizás «Los amoríos de Lady Púrpura» o «Carne y el espejo» sean para mí los más redondos, aunque eso no implica que el resto no lo sean.
Entre los relatos de Venus Negra encontramos otro de los elementos que caracterizan la prosa de Carter, y es su capacidad de mezclar la ficción y la reflexión literaria, algo que hace también en Fantasmas Americanos y maravillas del Viejo Mundo. A veces hay referencias a autores en el título del cuento, como en «El gabinete de Edgar Allan Poe», y otras, como en «Los barcos fantasma. Un cuento de Navidad», «En Pantolandia» o «Cenicienta o el fantasma de la madre», un trabajo de análisis de la historia y sus elementos que va mucho más allá del simple cuento, pues se reflexiona sobre el papel de ciertos elementos culturales que aparecen y que ella sabe estirar hasta encontrar los límites.
Sus cuentos no antologados también son interesantes y tienen un aire gótico clásico que hace que el compendio de relatos sea variado y memorable. Así que si alguien necesita argumentos para comprender por qué los cuentos tienen un poder y una magia única, este es un libro que puede ayudar. Porque, además, lo disfrutas del principio al final. Y recuerdas por qué, en el fondo, a todos nos gusta que nos cuenten un cuento: porque nos transporta de un suspiro a otro universo, a un fragmento de vida que nos traspasa, que nos hace viajar y después nos devuelve a la tierra con un pedazo de mundo más en el bolsillo, en la retina o entre los pliegues de los sueños.
¡Feliz viernes y felices lecturas!
Inés Macpherson