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No he podido leer este libro en el vestíbulo de un hotel vacío y silencioso, como aconseja al final del prólogo el propio Enrique Vila-Matas, pero lo he hecho en una habitación solitaria, que no se parece a la de Xavier de Maistre, pero que me ha permitido disfrutar de este otro viaje alrededor de un cuarto, de una mente y de un tema. En su momento no llegué a leer Chet Baker piensa en su arte. Relatos selectos (Debolsillo, 2011), y debo agradecer que la editorial WunderKammer haya decidido publicar el texto en solitario en la colección Cahiers.

Estamos, como suele ocurrir cuando se trata de Vila-Matas, ante un libro que es difícil de clasificar, porque es en parte ensayo y en parte relato, una especie de monólogo reflexivo que a su vez es narración y que en ciertos momentos muta de narrador, de punto de vista; es análisis literario e imaginación, el viaje mental de un insomne que piensa la literatura, el arte y el lenguaje. Si hacemos caso a la segunda parte del título, estamos ante una ficción crítica, y podría ser una descripción adecuada, ya que lo que hallamos en estas páginas es la historia de un crítico que se pasa la noche en vela intentando encontrar la manera de unir la narración más tradicional, la que representaría Georges Simenon y La prometida de monsieur Hire, y aquella que parte de una concepción más radical de la creación (y del mundo), que estaría representada por el Finnegans Wake de James Joyce. La otra parte del título podría quedar explicada, o citada, en otro momento del libro en el que el crítico descubre que hay un hombre sentado en un coche, solo, fumando. «El crítico se acuerda de los días en los que, en Nueva York, cuando alguien veía a un hombre fumando en un coche en una calle oscura, daba por supuesto que era Chet Baker que estaba pensando en su arte».

Ahora volveré sobre el tema de las dos literaturas, pero me gustaría destacar algo antes de seguir en esa especie de duelo entre Hire y Finn, como los llega a llamar el narrador en algún momento. Se trata del ritmo, de la idea de la música que se repite en esa habitación de Turín, en el iPod de quien lo escucha, en la cabeza del narrador, como un bucle que es a su vez otro bucle, porque, al escuchar las distintas versiones de Bela Lugosi’s Dead, entras en una especie de espiral de movimiento circular que se repite en tu cabeza. Y algo de esa cadencia acaba impregnando la forma en que lees las reflexiones, esa especie de monólogo que avanza de la mano de una voz que sabe perderse y encontrarse, hilvanar temas que sostienen y expanden el diálogo entre esas dos miradas, intentando salir y, a su vez, adentrándose un poco más en las profundidades de ese análisis que puede ser también una historia.

Volviendo a los planteamientos literarios de Hire y Finnegans, hay que tener en cuenta que, en la mente del crítico, del narrador, además de representar diferentes maneras de entender el arte y la literatura, estos también pueden representar formas distintas de ver el mundo y de comprender lo real. La literatura Hire, la que consideraríamos más realista, es aquella que parece pensar la realidad como una secuencia, como «la ilusoria sucesión de hechos», como algo comprensible y con sentido. En cambio, la literatura Finn busca enfrentarse al abismo, es consciente de la realidad brutal y radical del mundo y observa y capta el sinsentido. El protagonista intenta fundir esos dos aspectos, esos dos cuerpos que quizá acabarán siendo realmente cuerpos, dos manifestaciones distintas, como si fueran una especie de Jekyll y Mr. Hyde en manos de un doctor Frankenstein literario. Y ahí volvemos a encontrarnos con la atmósfera musical, con ese Bela Lugosi’s Dead gótico que evoca, a través de la música y la letra, un universo de muertos y no muertos, de monstruos y seres que intentan encajar sin conseguirlo; un abismo de oscuridad que se transforma en una atmósfera que lleva al protagonista a observar por la ventana, a observar el mundo más allá de su bucle mental y reflexivo, o quizá más acá, porque quizá no hay nada fuera de la ventana, solo lo que él ve, lo que mira, lo que ya forma parte de su cabeza y fluye hacia el exterior en forma de metáfora, de imagen, de lenguaje. Dos conceptos, dos cuerpos, físicos y literarios, que buscan convertirse en híbrido. Un híbrido que podría ser uno, pero que en el fondo acaba siendo dos, tres, múltiple, un compendio de miradas que beben y se alimentan entre ellas.

Esta forma de unir diferentes aspectos literarios y artísticos, este híbrido que es el libro en sí mismo, ofrece un trabajo conceptual y literario extraordinario que sabe mezclarse a la perfección con el flujo del relato; o tal vez es el relato el que se cuela en el ensayo, cuando las dos visiones literarias intentan encontrarse, caminando constantemente de un lado a otro, buscando las paredes de una habitación que tiene muros, pero no sabes si tiene límites. Es un viaje interior que podría continuar, como la música en el iPod, porque el acercamiento entre esas dos concepciones literarias y artísticas (y quizá vitales) no es fácil y el personaje busca constantemente, y a través de distintos procedimientos, la manera de unirlas. A sus reflexiones le acompañan nombres ilustres de la literatura, que sirven como referencia, como manera de entender la palabra, la creación y el mundo, citas y referencias que pueden ser, o tal vez no, porque nunca debemos olvidar que parte del experimento y el acontecimiento artístico es el atrevimiento, el juego.

Porque hay algo de juego, un juego profundo donde se explora la identidad y el arte, donde se observa el abismo y el fracaso, el deseo de ir más allá y la sensación que despierta una tarea que parece imposible. La figura intelectual, la literatura y la vida se unen en este libro que habla del escritor y del lector, del crítico y la obra, de lo real y lo imaginado, de lo legible y lo ilegible. Y la música y el arte y ese caminar por una habitación interior, o exterior, o las dos cosas a la vez en un híbrido que nos invita a imaginar lo que somos, lo que construimos y observamos. Y todo esto durante una noche en Turín, de la mano de un crítico que a veces lo es, otras veces no, o quizá siempre lo ha sido. 

Un libro magnífico que, por fin, brilla en solitario para que lo podamos disfrutar y acompañarlo a su vez con esa otra maravilla que ha publicado WunderKammer, Ese famoso abismo. Conversaciones con Enrique Vila-Matas, de Anna María Iglesia, del que os hablaré en breve.

¡Feliz lunes y felices lecturas!

Inés Macpherson