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Franz Kafka murió un día como hoy, 3 de junio, pero del año 1924. Tanto El proceso como El castillo son novelas que te llevan más allá del relato y te invitan a reflexionar sobre un sistema que él conoció a la perfección, pues trabajó durante años en esa red de burocracia que supo retratar y criticar. Pero debo reconocer que sus cuentos siempre me han parecido extraordinarios porque incluso los más cortos están cargados de un simbolismo y de un mensaje que ofrece diversas lecturas. Por eso, aprovechando la fecha, me gustaría recomendar Kafkiana, de Peter Kuper. Se trata de una adaptación de catorce de los relatos más emblemáticos de Kafka, entre los que se encuentran «El artista del hambre», «El buitre» o «En la colonia penitenciaria», donde Kuper lleva la historia a su terreno gráfico, y lo hace cargándolos de un significado que, a pesar de intentar evocar su tiempo, también entronca con la actualidad.
Esta novela gráfica permite adentrarse en el universo kafkiano de una forma distinta, más directa, con una interpretación visual que aúna el mundo de Kafka y el de Kuper, y que consigue llevar el humor y el desasosiego de los relatos a otro nivel.
El universo de Kafka es ácido, crítico, perturbador y cargado de un extraño sentido del humor que nos invita a reír ante la impavidez con la que reaccionan los personajes ante las situaciones más desconcertantes y dolorosas, hasta que nos horrorizamos al comprender que, en el fondo, en esa misma risa anida una crítica que quizás no queremos ver. Una crítica que Kuper ha intentado reinterpretar en clave actual, revistiendo el texto con nuevos referentes visuales. Lo hace con «Ante la ley», donde el protagonista ya no es simplemente un hombre, sino un hombre de raza negra al que se le niega el acceso a la ley. De esta manera, el relato no es sólo una reflexión sobre la ley, sino una forma sutil de mostrar el doble rasero con el que se juzga en ciertos países. También lo hace con «Los árboles», donde el texto le permite reflexionar sobre la situación de los indigentes a través de la ilustración, generando un extraño choque entre lo que podría haber parecido una imagen poética de los árboles y la dolorosa realidad que vemos diariamente en las calles. Pero no sólo se dedica a cargar las historias con nuevos elementos críticos, sino que, al utilizar imágenes concretas, llenas de intención, otorga a los relatos un significado que quizás incluso aquellos que han leído y releído a Kafka no habían visto.
Y es que lo más interesante de este Kafkiana es la manera en que el texto y la imagen interactúan. Kuper ha conseguido fusionar los dos lenguajes de forma increíble. Quizás se debe al hecho que ha utilizado una traducción directa del alemán, lo que le ha permitido jugar con las palabras para encontrar la que mejor funciona en cada momento, en cada espacio. De esa manera, el puente entre texto y viñeta funciona casi como un flujo. Para aquellos que no estén acostumbrados a la novela gráfica, se darán cuenta que no importa, porque la imagen funciona a su vez como texto, que fluye hacia el mismo lugar que las palabras, creando un mapa de sueños perturbadores llevados al papel.
Original, para aquellos que no conocen la obra de Kafka es una curiosa manera de acercarse a ella; para aquellos que ya la han leído, es una forma de descubrir otro de los posibles caminos que nos ofrecen sus relatos. Pero también es una buena manera de conocer a Kuper, quien demuestra en este libro su capacidad de condensar una idea en un blanco y negro denso, ácido y preciso.
¡Feliz lunes y felices lecturas!
Inés Macpherson
(Reseña redactada originalmente para Ankia Entre Libros)