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En 2017, Valdemar reeditó una maravilla de su catálogo, Maestros del horror de Arkham House, cuya primera edición había aparecido en 2003. Yo hacía algunos años que tenía en mis manos este libro, y por fin he tenido la oportunidad y el placer de leerlo y disfrutarlo con la calma que se merece. Y es que esta antología es mucho más que una simple reunión de relatos, pues, gracias al trabajo extraordinario de Peter Ruber, encontramos no sólo una selección de cuentos, sino una ventana a la historia de la editorial Arkham House, fundada en 1939 por el escritor August Derleth, con la intención de editar la obra de H. P. Lovecraft.

Maestros del horror de Arkham House

El libro empieza con una interesante introducción que nos abre las puertas a la historia de esta editorial de literatura fantástica y de terror que supo reunir a algunos de los autores más prolíficos e interesantes del género. Todos ellos escribían relatos que después se publicaban en clásicos del pulp como Weird Tales. A menudo fueron esas revistas las que los mantenían a flote, porque la vida del escritor en esa época no era fácil. Tampoco la de editor, y si no que se lo pregunten al propio Derleth. Ruber nos explica las complicaciones, las dificultades económicas… Pero también nos explica algo extraordinario: la red de correspondencia entre todos ellos. Era una extensa red de contactos a base de cartas, donde se comentaban escritos, problemas económicos y personales, se discutía sobre literatura, sobre la vida… Hay algo hermoso en eso, en la sensación de que eran todos distintos, pero había algo que los unía. Arkham House intentó reunirlos a todos en su catálogo, con mayor o menor éxito, pero allí estaban. Y Valdemar nos trae un pedacito de ese momento de la mano de Peter Ruber, gracias a la traducción de José María Nebreda.

Además de la introducción histórica sobre la editorial, antes de cada relato encontramos un apunte biográfico del autor. Anécdotas, fragmentos de cartas y un recorrido por la vida de escritores, algunos más conocidos, como Clark Ashton Smith, Rober E. Howard, Ray Bradbury, Robert Bloch o Seabury Quinn, y otros que, como el propio Ruber comenta, quizás han ido cayendo un poco más en el olvido, como Howard Wandrei, Greye La Spina o Mary Elizabeth Counselman. Eso nos permite conocer su relación con Derleth y Arkham House, pero también con Lovecraft y el resto de autores que pasaron por su catálogo.

Respecto a los cuentos, como en toda antología, hay algunos que podrán gustar más que otros. Ante todo, hay que reconocer la diversidad de estilos y temáticas que aparecen. Lo fantástico y el mundo del horror tienen muchas caras, muchas formas de mostrarse y muchos terrenos por los que moverse. Dioses, hombres lobo, pequeños asesinos, asesinos humanos y no tan humanos, maldiciones ancestrales… Encontramos un abanico extenso de universos. No voy a hacer un repaso de todos ellos, porque son veinte relatos (21 si contamos la correspondencia de Lovecraft y Derleth que inicia la antología), pero sí que me gustaría señalar alguno de ellos.

Por preferencia personal desde hace años, debo destacar «El pequeño asesino», de Ray Bradbury, un relato maravilloso, con una carga psicológica muy bien llevada y que te va arrastrando a esa paranoia brutal que lleva al lector a un desenlace inquietante. «Caza del hombre», de Donald Wandrei, es uno de esos relatos que también se centran en la angustia y la psicología de los personajes, con un final que destila un punto de humor que no desentona con el conjunto. También es interesante el relato de Robert Bloch, «El murciélago es mi hermano», que visita un tema clásico de la literatura fantástica y de horror: el vampiro. Los hombres lobo de Greye La Spina también son interesantes, y la atmósfera de «El señor de Cotswold», de Nelson Bond, es una muestra de cómo la imagen de una casa aislada en los páramos siempre es un buen inicio para adentrarse en la oscuridad y los horrores ancestrales.

Para acabar, me gustaría señalar la ilustración de cubierta, de Tony Patrick. Es hipnótica. Ese sillón rojo enmarcando a uno lector esqueleto cuyos colmillos sobresalen, como si fuera un vampiro, destaca y atrae la curiosidad, que va creciendo a medida que descubres, entre las páginas del libro, los títulos de las obras que se publicaron en Arkham House. Entonces te descubres volviendo una y otra vez a la portada para comprobar que están allí, que incluso en algunos casos se puede leer el nombre del autor, y que esa biblioteca sería un buen lugar para estar, aunque esté llena de monstruos, de sombras y de ventanas a la oscuridad.

¡Feliz lunes y felices lecturas!

Inés Macpherson