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Normalmente, soy de las que desgranan argumentos e intentan hacer un análisis del argumento del libro del que hablo en los posts. En este caso, he decidido no hacerlo, o al menos, no de la manera habitual. Y es que El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov es una novela en la que, según mi parecer, es mejor entrar a ciegas.

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En el momento en que abrí la primera página, sólo sabía lo que aparecía en la contraportada, es decir, que se trataba de una novela que narraba las peripecias del Diablo y su séquito por Moscú; peripecias que servían para radiografiar las debilidades humanas y criticar la sociedad del momento. ¿La novela es sólo eso? No, es mucho más. Es un viaje fantástico, cargado de ironía, humor y magia por partes iguales, con personajes memorables, escenas fascinantes y una idea que subyace: dependiendo de quién sea Dios, quizás es mejor seguir al Diablo… Sobre todo si es esta increíble criatura imaginada por Bulgákov, que sabe desnudar el alma humana para dar un escarmiento a ciertos vicios y a unas cuantas falsedades; una criatura con un séquito completamente hilarante, que provoca momentos inolvidables. Un aparte merece Margarita, un personaje fuerte, decidido y lleno de magia, que sabe lo que quiere y lo persigue, cueste lo que cueste; un personaje entrañable, dulce y salvaje, hada y bruja, que hace de contrapunto a la locura de Voland, Asaselo, Koróviev y Popota, y a la vez se sumerge en ella.

Podría decir mucho más. Hay análisis de la obra, comentarios extensos sobre las razones de su censura, lo que pretendía con su novela el autor… Esta vez, yo me quedo con la sensación que me ha dejado: un viaje increíble que vale la pena hacer sin estar preparado; dejarse llevar, sumergirse en sus páginas y confiar.

Si queréis leer alguna curiosidad sobre el manuscrito original y el paralelismo con el manuscrito del que se habla en la novela, podéis descubrirlo en este artículo de El País: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/04/07/actualidad/1396876234_497467.html

Yo simplemente os animo a descubrir esta joya, donde hay gatos que hablan, magia negra, y donde incluso los trajes pueden seguir escribiendo sin sus dueños.

Inés Macpherson