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Es curioso cómo una coma puede cambiar el sentido de uno de los microrrelatos más conocidos de la historia: «El dinosaurio», de Augusto Monterroso. El cuento es sencillo: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». ¿Quién despierta? Pongamos que un hombre. El hecho de que haya un dinosaurio ante ti ya es sorprendente. Quizás el hombre ha intentado dormir porque cree que es un sueño y que al despertar el dinosaurio habrá desaparecido … Pero no, el dinosaurio sigue allí.

Sin embargo, ¿qué hubiera ocurrido si el cuento hubiera sido así: «Cuando despertó el dinosaurio, todavía estaba allí»? ¿Qué es lo que ve el dinosaurio al despertar? ¿Dónde está? ¿Ha dejado la Tierra y ahora está en la superficie lunar? ¿Quién o qué era tan fascinante como para que el dinosaurio se sorprendiera? ¿Un hombre apuntándole con un rifle? ¿Un dinosaurio más grande? ¿Su réplica en peluche en los brazos de un niño que lo mira con una tierna y dulce mirada, como si fuera Nessy? ¿O el hecho de percatarse de que Steven Spielberg lo metería en un parque de atracciones? Quizás ni el mismo dinosaurio lo supo.